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Proyectos de Tesis

Dando palos de ciego - César

Me da un poco de vergüenza publicar esto dentro del tema "Proyectos de Tesis", porque la verdad es que yo no tengo ninguna idea definida, tan sólo percibo algunos campos de interés (que pueden parecer lejanos al mundo de la cultura digital, aunque tal vez no lo estén tanto). En todo caso, me parece que la sugerencia que nos propuso Edgar para exponer nuestras ideas es muy positiva. A mí, por lo menos, me puede aclarar algunas dudas por medio del debate y las opiniones de los demás. Así que allá voy. Quisiera compartir con vosotros los comentarios que me ha sugerido la lectura de la famosa tesis sobre la "Ecuación de Schroedinger" de Miguel Ángel Vázquez Ferrerira, que me ha dado mucho que pensar. Espero vuestra indulgencia, si os parece que este tema tiene poco que ver con nuestro curso. Y estaría encantado de recibir vuestras críticas y comentarios. Aquí está el texto:

Esta ecuación hay que vivirla
Algunas ideas y reflexiones sugeridas por la lectura de la tesis doctoral de Miguel Ángel Vázquez Ferreira “Vivir la ecuación de Schroedinger: una aproximación antropológica al conocimiento científico”. El culpable de estas ocurrencias es César Prestel.
Introducción. ¿De qué va esta historia?
Cuando se publicó, hace ya bastantes años, el controvertido estudio sobre “La vida en el laboratorio” de Latour y Woolgar, sus planteamientos y conclusiones resultaron tan estimulantes como polémicos. En esta monografía se describe el desarrollo de la investigación científica por medio de un análisis etnográfico. Los autores convivieron con los científicos en el laboratorio, y estudiaron su comportamiento como lo haría un antropólogo en una tribu exótica. Sin embargo, después del tiempo transcurrido desde entonces, es conveniente matizar los entusiasmos generales que suscitó este trabajo, y someterlo a una revisión crítica.
Este es, precisamente, el punto de partida de Miguel Ferreira en su tesis doctoral sobre la ecuación de Schroedinger. Partiendo de una visión constructivista y relativista, la crítica que realiza Miguel Ferreira al enfoque seguido por Latour y Woolgar en “La vida en el laboratorio” se centra en la incapacidad de los autores para comprender el lenguaje propio de la “tribu” que estaban estudiando. Este lenguaje no es otro que el de las matemáticas, y constituye una parte esencial de los artículos y las comunicaciones característicos de los científicos en ejercicio. Así pues, los informes en los que se basaron Latour y Woolgar fueron únicamente una “traducción” que los científicos realizaron de sus tareas y descubrimientos, en la que inevitablemente se traicionaron los significados y las connotaciones en un proceso de vulgarización y simplificación para que los estudiosos pudieran comprenderles. Al carecer del conocimiento del lenguaje empleado por los nativos, un aspecto fundamental de su actividad queda oculto para la investigación. Esto, además, hace imprescindible una negociación previa entre los etnógrafos y los científicos, para que la comunidad científica acepte la intromisión de un observador “extranjero” y tal vez incómodo. Presumiblemente su presencia sólo será consentida si se tienen todas las garantías de que el resultado de la investigación no hará peligrar de ningún modo el prestigio y la seguridad de la tribu.
La propuesta del autor de esta tesis consiste en estudiar desde dentro el modo en que se proporciona a los futuros científicos la orientación vital y el lenguaje necesario para convertirse en nativos, cualificados miembros de la tribu. O, en términos sociológicos, se trata de estudiar cómo se interioriza el “habitus” científico, cómo se construye una determinada perspectiva de aproximación al conocimiento de los fenómenos, cómo se interiorizan los presupuestos básicos de un paradigma. Y a la vez, cómo se asimila inconscientemente una lectura muy particular de los contenidos de la disciplina, que implica una interpretación muy concreta (entre varias posibles) de sus fundamentos y de sus significados.
El método aplicado para el desarrollo del trabajo de campo es un análisis antropológico. Se trata de una observación participante, o como dice el autor, de una “participación observante”. El autor se matriculó en la facultad de Ciencias Físicas, y durante dos años estuvo cursando diversas asignaturas correspondientes a los tres primeros cursos de la licenciatura. Estaba especialmente interesado en las materias relacionadas con la Mecánica Cuántica, y estudió con mucho empeño todas las materias que abordaban aspectos físicos o matemáticos necesarios para llegar a comprender sus fundamentos. Su foco de atención se centró en la Ecuación de Schroedinger, que a su juicio supone un resumen magnífico de la revolución cuántica y sus impactantes implicaciones. Mientras el antropólogo está tomando apuntes de las diferentes asignaturas (como cualquier otro alumno), también está rellenando su cuaderno de campo de anotaciones e interpretaciones sociológicas y etnográficas. A la vez que vivencia el proceso de aprendizaje propio de un alumno de Físicas, también realiza una auto-observación antropológica que fundamentará el desarrollo de su tesis doctoral en Sociología.
El objetivo final que persigue esta tesis, sin embargo, no está nada claro. Parece que lo que se pretende es mostrar que para alcanzar una cabal comprensión de las implicaciones y los significados asociados a la Ecuación de Schroedinger, no hay más remedio que experimentar el proceso vivencial de estudiarla en las aulas de la facultad. O sea, que esta ecuación “hay que vivirla”. Según escribe el propio autor, “no se pretende formular verdades, ni denunciar errores o falsedades, sino acceder a la construcción vivencial del conocimiento”.
Por lo que se refiere a la exposición del autor en su tesis doctoral, su originalidad resulta, como mínimo, atípica y chocante. En el texto se combinan secciones en las que el autor transcribe literalmente sus apuntes, así como páginas enteras de sus libros de texto, con otros apartados en los que se realiza un “análisis” antropológico o sociológico de la experiencia vivida. Y, además, cuando este análisis parece perder el hilo argumental o acercarse peligrosamente a un precipicio, súbitamente aparecen diálogos en los que hablan las múltiples personalidades del autor (o “voces” como él las llama).
Pero… ¿en qué consiste esta tesis?
En términos generales podríamos considerar que la tesis leída por Miguel Ferreira contiene, al menos, tres tipos distintos de contenidos:
Una primera parte consiste en una exposición académica “ortodoxa” de los fundamentos matemáticos y físicos de la mecánica cuántica, tal y como son presentados a un alumno en las aulas de la facultad, incluyendo la interpretación probabilista de la función de onda. Todo esto se puede encontrar en varios manuales de tercer curso de la carrera de Físicas.
En segundo lugar presentan los presupuestos y los desarrollos más recientes de la Sociología del Conocimiento Científico, y del Programa Fuerte en los Estudios Sociales de la Ciencia, así como de las típicas controversias que se dan dentro de este “programa de investigación”. Todo esto se puede encontrar en diversos manuales de quinto curso de la carrera de Sociología.
Y, en tercer lugar aparece el relato de una vivencia personal que pretende integrar ambas visiones del mundo (la del físico y la del sociólogo) en un proceso personal de auto-observación. La pretensión última parece centrarse en la adquisición y el dominio del “lenguaje” matemático de los nativos para poder llegar así a comprender en sus propios términos el modo en que se desarrolla la labor científica. El autor repite reiteradamente que el carácter vivencial de esta experiencia la hace imposible de trasvasar al formato textual característico de una tesis doctoral, como producto final y acabado. Según las propias palabras del autor, no se trata de partir de la ecuación para darle un sentido sociológico, sino de construir un sentido del objeto con que nos topamos en virtud de la representación que de él se hace el sujeto a través del proceso vivencial del aprendizaje.
Un aspecto clave que no queda nada claro es a quién va dirigida esta tesis. ¿Quién la va a leer? ¿Quién va a poder comprenderla? ¿Quién será capaz de atreverse a criticarla? El propio autor reconoce explícitamente que una cabal interpretación de sus contenidos requeriría satisfacer tres condiciones. En primer lugar, es absolutamente imprescindible comprender y asimilar todos los desarrollos matemáticos y físicos que llevan al autor (a través de más de doscientas páginas, incluyendo los apéndices) a la presentación de la Ecuación de Schroedinger. En segundo lugar, es necesario que el lector conozca y maneje con soltura los conceptos sociológicos empleados en el análisis del trabajo de campo a la luz de las últimas tendencias en la Sociología del Conocimiento Científico. Y, por último, si el paciente lector ha sido lo suficientemente afortunado (o tenaz) como para haber superado ambas condiciones, se nos remata afirmando que el proceso experimentado por el autor es una vivencia intransferible, totalmente personal y que ningún texto puede traducir o plasmar en palabras. Porque para entender de verdad la Ecuación de Schroedinger lo que pasa es que “hay que vivirla”. No se trata de un panorama excesivamente halagüeño…
Donde esta historia me entusiasma…
Pero hay que reconocer que este chico es un lince. Para afrontar con ánimo la situación, el autor plantea su investigación como una exploración del terreno fronterizo y difuso entre dos disciplinas. Tal vez una zambullida por los márgenes del conocimiento, en un proceso vivencial al que se aplican técnicas antropológicas de auto-observación pueda arrojar algo de luz sobre… no se sabe bien qué.
Después de todo, el texto está repleto de brillantes observaciones y de ideas muy interesantes. Tal vez no se trate de descubrimientos revolucionarios, puesto que muchas de estas anotaciones han sido realizadas con anterioridad por estudios previos. Son, en todo caso, apuntes en los que merecería la pena profundizar, y que podrían dar pie a futuros estudios.
En primer lugar, el autor hace un magnífico relato del modo en que se transmite a los estudiantes, durante los años de aprendizaje, todo un “instrumental” para el análisis de la “realidad” que presupone una determinada interpretación de la misma. El dominio de la física requiere asimilar unos puntos de partida previos que determinan el marco conceptual en el que se “encajan” los saberes y las percepciones. Así, se arma al alumno para que sea capaz de discernir lo posible de lo imposible, lo relevante de lo irrelevante, lo pensable de lo inconcebible… En este sentido, el autor estudia con gran agudeza diversos aspectos del proceso de aprendizaje de un alumno en la facultad de ciencias físicas.
- La simplificación y la reconstrucción manipulada de los episodios más controvertidos y problemáticos de los libros de texto. La reelaboración “digerible” de lo acaecido para darle un barniz histórico, lógico, matemático… y la transmisión de una interpretación determinada de antemano, y que es la que se pretende inculcar. Se podría trazar una interesante analogía con el adoctrinamiento religioso, y la forma en que enseña el catecismo o se resuelven los problemas planteados por las controversias teológicas sobre los planteamientos heréticos o las disputas doctrinales en la historia de la religión.
- La “minoría de edad intelectual” en que se mantiene deliberadamente a los alumnos, y que predispone a los aprendices a aceptar acríticamente el discurso de los “mayores en edad, saber y gobierno” (catedráticos, profesores, autores de libros de texto, históricos “genios” de la ciencia…). No se plantea siquiera la posibilidad de cuestionar los presupuestos conceptuales o interpretativos de los que parte la visión ortodoxa de las cosas. Toda posible disonancia cognitiva se achaca a la incompetencia o ignorancia del novicio, al que aún le queda mucho por aprender. Se levanta una opaca barrera para disfrazar esta manipulación ideológica y deliberada por medio de una serie de actos rutinarios de disciplina y acatamiento, entre los cuales es de importancia crucial el ritual de los exámenes. Este es un punto esencial que, a mi juicio, el autor no explota en todas sus potencialidades, y que se presta a un jugosísimo análisis. Se trataría de analizar las prácticas implicadas en este proceso de “domesticación” de la mente “salvaje” del alumno, para convertirlo en un sumiso miembro de la tribu. De nuevo, resulta del máximo interés la analogía entre el maestro espiritual y su discípulo novicio, que debe superar los ritos iniciáticos prescritos para alcanzar la sabiduría plena que le integre en la comunidad de los sabios.
- El proceso de “doma” de las exuberantes, fértiles, caóticas y escasamente “científicas” interpretaciones del mundo del alumno. Se trata de someter el intelecto a un régimen disciplinario en el que se emplean cantidades industriales de “herbicida intelectual” para garantizar el florecimiento de un “monocultivo ideológico” en la mente del alumno. Así se asegura una pronta cosecha de interpretaciones del mundo ortodoxas y coherentes con la tradición heredada, después de haber limpiado de “malas hierbas” y de contaminaciones y adherencias este prometedor terreno de cultivo.
- La internalización por parte del alumno de un sutil “currículum oculto” en el que, por ejemplo, resulta crucial asimilar la compleja relación entre física y matemáticas. La matemática aparece, en ocasiones, como una herramienta que se puede forzar y violentar para obtener los resultados necesarios, sin preocuparse de las demostraciones rigurosas o de las condiciones estrictas en las que los teoremas pueden aplicarse. Sin embargo, en otros casos es preciso atenerse estrechamente a los rangos de validez de las fórmulas y rechazar en consecuencia soluciones incongruentes con la situación matemática planteada. Hay un aprendizaje esencial, pero no formalizado, que consiste en desarrollar un “olfato” o un “ojo físico” para saber “lo que toca” hacer en cada caso con las matemáticas (que puede consistir en tomárselas bien en serio o bien en obviar los problemas que plantean).
- La modelización como procedimiento heurístico (y, en ocasiones, demostrativo), que reduce a “tipos ideales” manejables la infinita variedad del ser, y se limita a tratar los aspectos manipulables y mensurables de la realidad. (En las aulas de la facultad circula un chiste que ilustra de forma muy divertida esta tendencia. Un enorme y enfurecido mastín persigue por el campus a un alumno. Mientras sus compañeros corren para prestarle ayuda, el profesor de física toma una hoja de papel y escribe… “consideremos un perro esférico, de masa nula…”) Así pues, se postula una realidad que no consiste sino en la conversión de lo diverso y de lo complejo en elementos manejables, reducidos a lo que las matemáticas pueden tratar. La medida se impone como un procedimiento para someter lo caótico y convertirlo en matematizable. ¡Y luego se pretende afirmar que ese discurso, acerca de entidades ficticias ultra-simplificadas contiene la verdad acerca de lo real!
- La construcción de un discurso convincente, que echa mano de múltiples y bien conocidos recursos retóricos para presentar nuestros “resultados” (ecuaciones, modelos, interpretaciones…) como los únicos que son posibles, naturales, lógicos o plausibles. Los diferentes autores que han investigado el asunto han señalado algunos de estos recursos. Son, por ejemplo: la profusión de gráficos y fotografías, la presentación matemática de los resultados en forma de tablas y de ecuaciones, la utilización de tiempos verbales y modos de expresión impersonales y abstractos, la referencia continua a artículos, trabajos y documentos previos que se suponen verdaderos e incuestionables… El proceso es, así, una construcción retórica de la verdad por medio de la eliminación del autor del texto, creando una sensación de objetividad y distancia en los resultados que debe mucho de su elocuencia a la forma en que las afirmaciones son establecidas. Esto es así tanto en las exposiciones ortodoxas de los libros de texto como en la presentación que se hace en las aulas del desarrollo histórico de los periodos de “ciencia revolucionaria”. Lo que en su génesis fue una caótica sucesión de callejones sin salida, titubeos, ambigüedades y zozobras, se presenta finalmente como un monólogo autorizado y convincente, que ofrece una interpretación definitiva de las cosas, que es la única posible. Este mismo método expositivo es también característico de las monografías sociológicas o etnográficas, y resulta muy llamativo cuando el contenido de dichas monografías pretende proponer una aproximación menos dogmática al saber constituido. Así pues, para superar esta unilateralidad y ofrecer una alternativa menos monolítica, se han desarrollado las “nuevas formas expositivas”. Se trata de combinar diálogos, voces múltiples y contradictorias, opiniones encontradas, comentarios alternativos…. equiparando en validez y legitimidad todos estos discursos posibles con la exposición “tradicional” del estudioso que expone su tesis.
- Los requisitos exigidos a un estudiante para su futura inclusión en la comunidad científica. Esto implica que el aspirante asuma una interpretación ortodoxa y consagrada de la realidad, adhiriéndose al consenso cognitivo en los presupuestos básicos de la forma de conocer tradicional (el paradigma de “ciencia normal” vigente), que se considera intocable. Puede tenerse la absoluta certeza de que un alumno que ponga en cuestión los fundamentos mismos de esta interpretación se encontrará con grandes dificultades para acabar su carrera (y no digamos ya para sumarse a la “comunidad científica” en un laboratorio o en un departamento universitario). Sería muy interesante estudiar esta imposición del consenso obligatorio en otros casos, como por ejemplo en la facultad de Economía (teniendo en cuenta que el actual consenso en materia de “ciencia” económica no sólo resulta lógicamente insostenible, sino que además es a todas luces irracional y suicida).
Donde esta historia no me acaba de convencer…
No cabe duda de que este autor es ingenioso. Pero no termina de convencerme. Tengo serias dudas en relación a varios aspectos. No me convencen ni el planteamiento general de su tesis basado en la experiencia “vivencial” del autor, ni la forma concreta de exposición que emplea, ni las “conclusiones” que propone, ni el modo en que trata el problema de la reflexividad, ni el enigmático y milagroso concepto de “transducción” que viene a rescatarle como un “deus ex machina” al final de la película…
En cuanto al planteamiento general del tema, parece claro que, en la línea del Programa Fuerte de la Sociología del Conocimiento Científico, el autor defiende el carácter socialmente construido de la actividad científica. Se trata de poner en cuestión el pretendido carácter sagrado e intocable del saber establecido (recordemos que incluso Mannheim consideró que la ciencia era un “área restringida” que debería mantenerse resguardada de la indagación sociológica). Para destronar a la ciencia de su privilegiado dominio indiscutible sobre los saberes y de su posición como Discurso de la Verdad, es preciso examinar a fondo cómo se elabora y transmite la ciencia, en qué consiste la actividad cotidiana de los científicos, cómo se estructuran y fabrican los hechos y los resultados científicos… A esta tarea se han dedicado numerosos sociólogos en los últimos años. Pero parece poco coherente fundamentar un discurso crítico en este sentido utilizando los mismos recursos y las mismas estrategias retóricas que se están poniendo en cuestión. Así pues, el autor propone una nueva forma de tratar el asunto, que escape del típico enfoque tradicional en el que un experto aplica el “método científico” para estudiar (y tal vez criticar) la ciencia. Hasta aquí, la cosa parece muy sólida y bien fundamentada. Pero el planteamiento concreto que se da a la tesis, basándola en una conflictiva convivencia del autor-observador y del autor-participante, resulta cuando menos controvertida. Toda la tradición etnográfica y antropológica está basada en la importancia de marcar una distancia entre sujeto cognoscente y objeto del conocimiento, entre una perspectiva emic y otra etic, entre los intereses personales del investigador, sus emociones y sus pasiones y las culturas y prácticas que está estudiando… Por supuesto, puede criticarse este enfoque tradicional de “cientifista” o de positivista, o de irrelevante… Bien cierto es que nada hay más relevante que los resultados de una auto-observación… pero ¿disponemos de la suficiente distancia emocional, cognitiva, pasional… necesaria para que esta auto-observación sea algo más que un ejercicio solipsista que se enreda a sí mismo en un laberinto sin salida? ¿No sería más adecuado distanciarse de la realidad inmediata, de las preocupaciones y los apremios concretos del aquí y del ahora, y poner de manifiesto más bien la posibilidad de otros discursos igualmente coherentes y posibles en diferentes contextos? Además, incluso aceptando la validez de este planteamiento de “participación observante”, existen aún amplias zonas en penumbra que conviene aclarar. La forma concreta en que se desarrolla y presenta esta experiencia vivencial nos obliga a seguir al autor a través de una larga “travesía del desierto” (como él mismo la denomina) para poder comprender sus planteamientos. Sólo un lector que tenga de forma simultánea los conocimientos correspondientes, al menos, a un tercer curso de Físicas y a una licenciatura de Sociología, podrá entender cabalmente lo que el autor va exponiendo en su texto. Y aún así, se le estará escapando lo esencial, que es el proceso “vivencial” e intransferible que se pretende transmitir. Pero si la vivencia no se puede transmitir por medio de una exposición objetiva y textual, lo mejor sería callarse (o tal vez escribir un poema en lugar de una tesis, tal y como el propio autor sugiere…) Porque… ¿existe algún conocimiento que podamos adquirir eludiendo esta dimensión existencial? ¿No será que todos los saberes hay que vivirlos a través de una interiorización de su procesualidad? ¿Por qué se afirma esta idea únicamente al analizar el aprendizaje de la Física? ¿Hay algún campo que escape a este agujero negro? ¿Los mitos, los saberes tradicionales de las culturas ágrafas, los rituales, los etnométodos que todos aplicamos en nuestra vida cotidiana…. no se asimilan también a través de una experiencia personal intransferible por lo que tiene de vivencial? Pero ¿significa eso que todo discurso sobre el saber es imposible? ¿Irrelevante? ¿Inútil? ¿Para qué estudiamos una carrera? ¿Para qué hacemos una tesis?...
También habría que considerar la sorprendente forma textual que el autor emplea en su tesis. El saludable propósito es, en principio, superar el discurso expositivo tradicional propio de las comunicaciones científicas, en el que se construye la objetividad por medio de una serie de recursos retóricos bien conocidos. Para criticar esta forma de proceder, el autor recurre a las “nuevas formas expositivas”: en ciertos momentos clave del texto aparecen varias “voces” que entablan un diálogo, se juega con monólogos interiores entrecruzados (y en ocasiones contradictorios), se recurre a las referencias de textos (del campo de la física, de la sociología, de la filosofía…), se establece lo que parece casi un discurso paralelo con las notas a pie de página… Pero la impresión global que todo esto proporciona al lector dista mucho de ser esclarecedora. Más bien parece que se trata de una caótica polifonía de interpretaciones… que precisamente viene a sacar al autor de los atolladeros argumentales en los que va metiéndose. Porque este recurso aparece siempre que el presunto discurso expositivo-objetivista parece empantanarse. Y lo que hace es explicitar las dudas y los titubeos del autor… No está nada mal, esto de sacar a flote el sustrato bullente de quien escribe, en lugar de construir un discurso opaco del cual se ha eliminado el sujeto que lo elaboró… Pero a mí me parece desconcertante, y además inapropiado. Porque lo que espero encontrar es una perspectiva, una conjetura (por aventurada que sea), un argumento, una interpretación… ¿O es que tiene que ser el lector quien saque sus propias conclusiones? ¿Acaso el autor sostiene que, dados los problemas de convivencia entre sus muchas voces, no tiene sentido aventurar “resultados”? ¿Está diciendo, como Newton en su Escolio General, eso de “hypothesis non fingo”?
Lo cierto es que para mí, educado (todo hay que decirlo) en el cuadriculado paradigma cartesiano, todo el aparato retórico empleado por el autor para poner en juego su multiplicidad de voces interiores resulta bastante decepcionante. El montaje es indudablemente brillante y efectista, pero ¿no estará ocultando tras una cortina de humo una confusión de términos, la falta de una referencia por la cual guiarse, el fracaso en la búsqueda de una interpretación alternativa y esclarecedora…?
La cosa es aún más desconcertante, porque en la última sección del texto, el autor se decide finalmente a enunciar las “conclusiones” de su trabajo. Pero antes de presentarlas, y a modo de disculpa, nos recuerda que lo hace sólo porque el formato elegido para “contar su experiencia” (o sea, una tesis doctoral) le obliga a hacerlo como requisito imprescindible. ¿Y cuáles son esas conclusiones? La primera afirma que “la ecuación de Schroedinger es un sujeto social”. La segunda sostiene que “es imposible construir una legitimación plausible del investigador social como observador de la actividad científica”.
La ecuación de Schroedinger sería un sujeto social, según Miguel Ferreira porque en sí misma “no es nada”, porque para su interpretación y comprensión hace falta haber atravesado una serie de etapas de adiestramiento formal y de interiorización vivencial de conocimiento (formalizado y no formalizado). Totalmente de acuerdo. Sólo que, aplicando estos mismos argumentos, todo tipo de conocimiento es social. El programa fuerte está servido.
Respecto a su segunda afirmación, parece que lo que el autor quiere decir es que no se puede pretender afirmar objetivamente ninguna conclusión sobre el modo en que se hace la ciencia, por varios motivos. En primer lugar, porque para comprender cómo se hace la ciencia hay que haberla estado haciendo, lo cual supondría no sólo compartir el lenguaje de la tribu, sino más bien ser un científico que se auto-observa interiorizando vivencialmente esta experiencia, analizándola a la vez desde dentro (como científico que hace ciencia) y desde fuera (como sociólogo o etnógrafo que se auto-observa) en una pirueta de desdoblamiento de personalidades peligrosamente cercana a la esquizofrenia. En segundo lugar, porque para encontrar una aproximación alternativa a la exposición objetivista de los hechos como Discurso de la Verdad, sería necesario inventar una presentación de la experiencia vivida que no recurra a las mismas trampas retóricas que estamos criticando. Como afirman las varias “voces” del autor… “ni hay métodos definitivos que garanticen la estabilidad de los resultados (…) ni existe objetividad externa fiable exenta de variabilidad interpretativa”… “en última instancia, la garantía de todo conocimiento viene determinada, para el sujeto (…) por su implicación vivencial en la práctica de construirlo”.
Desde luego, cabría cuestionar el sentido que se da en esta segunda afirmación a la expresión “una legitimación plausible”. En cualquier caso, la propia presentación de esta “tesis” parece invalidar el planteamiento del autor. Porque si la experiencia del conocer vivencialmente es personal e intransferible, lo mejor es callarse y renunciar a explicar cómo ha sido nuestra experiencia. Ahora bien, si la experiencia sí que se puede transmitir, en ese caso parece más conveniente ceñirse a un formato que resulte descifrable para el lector (y criticable también, desde luego).
Existe un serio problema con la presentación del texto de esta tesis, así como con las dificultades de base que encuentra el autor para exponer sus “conclusiones” dentro de un formato académicamente aceptable. Y este problema se trata (que no se resuelve) recurriendo reiteradamente al concepto de reflexividad. Tal y como yo lo entiendo, la reflexividad consiste en asumir de forma coherente las implicaciones de nuestra investigación sobre cómo se elabora el conocimiento, y en analizar nuestro propio discurso a la luz de estas mismas implicaciones. De forma simple y clara, se trata de un “aplícate el cuento” que los sociólogos deben asumir como parte del análisis del conocimiento que se está llevando a cabo. Sin embargo en la tesis de Miguel Ferreira el mismo concepto de reflexividad parece opaco y difuso, y podría sospecharse que se usa como un comodín para escurrir el bulto cuando las cosas se ponen feas… Cuando el discurso se convierte en un remolino autorreferencial, en una pescadilla que se muerde la cola, en un callejón sin salida… aparecen las “voces” del autor rescatándole como por ensalmo con la alusión a la “reflexividad”, se da una pirueta en el aire… ¡y a otra cosa! Personalmente no pretendo rechazar el concepto de reflexividad, que me parece esencial. Pero sí defiendo una utilización coherente y lúcida del mismo, que no lo convierta en un cajón de sastre para salir del paso cuando perdemos el hilo…
Para el paciente lector que haya sido capaz de seguir (y de comprender) las 274 páginas precedentes, el autor reserva una última pirueta. Porque en la sección final del texto aparece otro término mágico: la “transducción”. Como es característico cuando aparecen este tipo de conceptos, el autor no nos explica de forma clara y concreta qué es exactamente lo que significa. Se nos dan varias definiciones (lo cual equivale a no dar ninguna…), de forma que tras un esfuerzo interpretativo nada desdeñable llegamos a intuir que la “transducción” es algo así como una “transmisión de información con alteración del sentido” que justifica así, en el campo que estamos estudiando, la importancia de referirse al contexto socio-histórico para actualizar el significado de los textos y de las ecuaciones. Sorprendente maniobra, esta de presentar un concepto-resumen justo al final del texto. ¿Se trata de una idea revolucionaria y esencial para superar la dicotomía inducción-deducción? ¿Estamos ante un nuevo paradigma que interpreta desde la reflexividad el acto de conocer…?
Pues yo, francamente, no me he enterado. No sé si soy demasiado cuadriculado, pero este uso ambiguo y confuso de las metáforas me desconcierta. Y no es algo aislado en esta sección del texto, puesto que previamente el autor ha utilizado la metáfora de la dualidad onda-corpúsculo para comparar el ámbito de investigación en el que trabaja nada menos que con un espacio de Hilbert… ¿Se trata de un uso abusivo de la metáfora? ¿De una licencia del autor para sugerir significados nuevos? ¿De un procedimiento vistoso? ¿De un brindis al sol “por si sale”?
En este punto del texto debo reconocer que no sé si me encuentro ante una idea genial que mis escasas luces me impiden captar, o si se trata de un salto en el vacío para despistar al lector con un final pirotécnico muy aparente. Como es sabido, se trata de un recurso habitual en la literatura posmoderna. Tal vez el autor “se nos ha puesto posmoderno” para acabar y para deslumbrarnos desconcertándonos. ¡Aunque no sin antes referirse al concepto de phrónesis de Aristóteles, en el que pretende ver un anticipo de sus propios planteamientos sobre la reflexividad del conocimiento!
Una valoración personal (ampliamente criticable)
A mi juicio, el problema más interesante que plantea esta tesis es cómo emprender una crítica radical del concepto absolutista de la Ciencia como Discurso de la Verdad. Desde una perspectiva constructivista y relativista, si comenzamos negando la validez de un discurso objetivo sobre lo real, ¿qué autoridad tenemos para elaborar después un discurso “legítimamente plausible” del quehacer científico?
Tal y como yo lo veo, la respuesta que se da a este problema esencial en el texto de Miguel Ferreira pasa por recurrir a tres mecanismos. En primer lugar, tenemos una exposición textual “atípica” en la que se mezcla el discurso del autor con las múltiples voces que lo glosan y lo contradicen, para ilustrar la multiplicidad de perspectivas que convergen en el proceso de conocer. En segundo lugar, se apuesta por una reivindicación (muy particular) del valor de la vivencia personal como aspecto fundamental en la adquisición de los saberes. Y, por último, se defiende un concepto muy genérico (y a mi juicio vago e impreciso) de reflexividad, como ingrediente esencial de todo conocimiento. El resultado global es sumamente interesante y estimulante… pero a mi parecer también es decepcionante. Porque esta tesis promete más de lo que finalmente presenta. A fin de cuentas, una reivindicación del carácter esencialmente reflexivo y vivencial del conocimiento nos llevaría a reconocer que todos los saberes relevantes “hay que vivirlos”, puesto que no es posible aprehenderlos de ninguna otra manera. Aplicado al terreno de la Sociología de la Ciencia, esto supone que el sociólogo no está legitimado para decir nada relevante sobre lo que hacen los científicos. Sólo desde dentro, y viviendo lo que ellos viven, podemos hacernos una idea de lo que se “cuece” en los sótanos de la ciencia.
Esto resulta bastante frustrante. Y algo peor: si nos tomamos en serio el asunto, lo que sucede es que todo discurso sobre una realidad radicalmente diferente resulta imposible. O vivimos realmente entre los Yanomamo (es más, o somos efectivamente miembros de los Yanomamo) o no tendremos una “legitimación plausible” para hablar de sus prácticas y de sus creencias. Claro que podemos ignorar esto de la legitimación y hablar de lo que nos parezca sin legitimidad ninguna, equiparando nuestro discurso al de cualquier tertuliano. Y entonces estaremos opinando en vez de “haciendo ciencia”. La doxa sustituyendo a la episteme… Tal vez sea este el camino que en el fondo sugiere la presente tesis…
Pero yo creo que existe una alternativa. Reconociendo el relativismo y el constructivismo como puntos de partida, cabe admitir también que determinados discursos extraen su fuerza de la fe con la que los sujetos los comparten. Es una clase especial de discursos, que se ocupan de los fundamentos mismos del ser, que explican la constitución de lo real. Es el tipo de discurso característico de las ciencias duras contemporáneas, pero también es el discurso de la sociología o de la psicología, como muy bien señala Miguel Ferreira en su trabajo. Pero también es el discurso de la teología medieval, o de los mitos en los pueblos ágrafos… Es el discurso de la verdad, de aquello en lo que creemos, de aquello que nos parece imposible poner en duda, del marco conceptual dentro del cual vivimos…. ¿Cómo es posible criticar este tipo de verdades que son nuestro asidero al mundo, nuestra forma de entender todo lo que nos rodea? Y sin embargo, nos declaramos relativistas... por lo que nos dedicamos con ahínco a desmontar todos estos discursos para revelar el proceso social por el que han sido construidos y para poner de manifiesto su contingencia comparándolos con otros discursos posibles. Desde estas premisas ¿es posible elaborar un discurso legítimo sobre el conocimiento y la actividad científica? En mi opinión, cabe responder a esta pregunta con dos opciones diferentes.
La primera opción consiste en afirmar que los discursos sobre la realidad funcionan cuando un individuo los ha asimilado porque los ha experimentado como válidos y operativos en una vivencia personal. Se trata, por tanto, de referir el conocimiento a la experiencia individual, a la vivencia existencial e intransferible propia del individuo. El discurso de lo real es el discurso que cada uno de nosotros ha interiorizado de forma estrictamente personal a lo largo de sus personales vivencias. Es un proceso reflexivo y problemático, en el que se encuentran múltiples voces contradictorias y en el que el deseo de dotar de sentido al mundo puede saldarse con un fracaso, o con una convivencia incómoda entre interpretaciones opuestas de lo real… La crítica radical al presunto objetivismo del discurso científico impediría así elaborar un discurso similar desde el cual observar “objetivamente” cómo se hace la ciencia. Todo lo que cabe hacer es vivir la experiencia personalmente y operar sobre lo aprendido un proceso de “transducción” que le otorgue sentido. Y si nos empeñamos en seguir haciendo sociología de la ciencia, sabremos que será imposible “construir una legitimación plausible” de nuestro quehacer. Todo lo que cabe hacer es experimentar “desde dentro” una construcción del saber que resulte creíble y aceptable para el sujeto que está viviendo el proceso, tal y como Miguel Ferreira parece proponer.
La segunda opción consistiría en asumir que los discursos sobre la realidad funcionan cuando una colectividad se los cree. Y una colectividad se los cree cuando las instituciones que construyen y transmiten estos discursos disponen del poder y de los recursos necesarios para establecer su hegemonía ideológica y para difundir sus creencias. En este sentido, la tarea de los sociólogos del conocimiento resulta incómoda. Están convencidos de que los discursos son construcciones sociales, pero a la vez son muy conscientes de su poder efectivo en la práctica, cuando la gente se los cree. ¿Cuál debería ser su tarea? ¿Es posible construir un discurso crítico con los fundamentos del quehacer científico que no recurra a las mismas prácticas que está criticando? Yo creo que sí es posible, si procedemos en dos fases, en un proceso “de ida y vuelta”. La estrategia consistiría en jugar dentro del terreno del discurso “al modo científico”, con sus convenciones y recursos retóricos, también para criticar estas mismas prácticas en una primera fase. Y después de elaborado, publicado, difundido… comenzaríamos a jugar en el terreno del relativismo, poniendo entre paréntesis las conclusiones que acabamos de extraer, y reconociendo el carácter socialmente construido de los mismos, así como su contingencia. Como humanos que somos, necesitamos creer en algo. Como sociólogos de la ciencia que somos, necesitamos creer en los discursos que hemos elaborado acerca del modo en que se hace la ciencia (y la Sociología). Pero como relativistas y constructivistas, una vez acabado nuestro discurso, somos capaces de aceptar su contingencia y de negar su validez absoluta… aunque ello no signifique que nos lo creamos menos ni que lo defendamos con menos ahínco…
Posibles líneas de investigación para futuros estudios
Después de leer y comentar la tesis de Miguel Ferreira, se me ocurren muchas ideas de interés que podrían orientar futuras investigaciones. Las enumero aquí, un poco al azar, para que puedan servir de base a reflexiones o proyectos futuros:
- Establecer, como punto de partida en el estudio de la ciencia, una “distancia” que nos permita apreciar el carácter contingente y socialmente construido de nuestras creencias. Esta distancia puede lograrse estudiando episodios históricos alejados de nuestro tiempo, o analizando la ciencia de otras culturas (medicina tradicional, astronomía y agronomía en Mesopotamia, China, India, Egipto, Grecia…, mitologías, cosmologías, la teología medieval, los saberes sospechosos de resultar “acientíficos”, incluso el saber científico de épocas pasadas que hoy puede parecer exótico o poco ortodoxo (como la NaturPhilosophie del Romanticismo Alemán…), la “física del sentido común” o de la vida diaria del común de los mortales…
- Cabe también aproximarse al estudio del conocimiento científico teniendo siempre en mente la analogía con el estudio de las religiones. Del mismo modo que en una iniciación religiosa, en la ciencia se comienza adiestrando al novicio, mostrándole cómo tiene que pensar y de qué forma debe reestructurar su percepción del mundo, para encontrar “detrás de las apariencias”, siempre confusas y distorsionadas, la verdad de la iluminación que le mostrará el camino correcto. Si nos resulta sencillo identificar este proceso en la transmisión de los saberes místicos o religiosos, ¿por qué nos cuesta tanto percibirlos en las aulas de la facultad de ciencias?
- Rastrear las concepciones, cambiantes en el tiempo, el espacio y las culturas, de lo que es “natural”, “lógico”, “racional”, “consistente”, “riguroso”… Tomarse en serio el valor retórico de estas expresiones y analizar sus importantísimas implicaciones prácticas, en términos de éxito o fracaso de determinadas interpretaciones y concepciones del mundo. Relacionar estas categorías con las técnicas y los instrumentos de que se dispone, así como con los problemas que es lícito, posible o pertinente resolver…
- Aplicar al estudio social del conocimiento las mismas categorías y procedimientos que aplican en el análisis de otros campos sociales (y en especial del conflicto social). Sustituir el paradigma imperante (una sociología del consenso cognitivo) por un enfoque que se centre en el conflicto aplicado al conocimiento. Revelar las luchas, las conquistas y los mestizajes en el campo de las ideas. Estudiar el concepto de hegemonía de Gramsci aplicado al campo de las interpretaciones científicas de la realidad. Hacer una sociología del conocimiento que realce la importancia de la resistencia frente a un conocimiento dominante y hegemónico, colonizador y totalitario.
- Por supuesto, también tener en cuenta aspectos más “mundanos” como las relaciones entre estratificación social/género y ciencia, la creación de lealtades grupales y corporativistas, el tema de los intereses (tan importante en las disputas dentro del programa fuerte), el margen de actuación del individuo dentro de las instituciones productoras de saber científico…
- Analizar históricamente las controversias científicas, los intereses en disputa, el modo en que se dirimen y clausuran los conflictos interpretativos, la forma en que se leen los resultados de los “experimentos cruciales”…
- Análisis etnográfico de la práctica real de la ciencia, allí donde se elabora. Trabajando en el laboratorio, pero también en los despachos de la facultad o en las aulas universitarias… donde se construye el discurso oficial y académico. (Tal vez aquí sea necesario tener en cuenta ese dominio del lenguaje de la tribu, al que Miguel Ferreira otorga tanta importancia….)
- Análisis del “proceso de producción de los futuros productores de conocimiento”, como indica el autor de la tesis. Realizando un análisis sociológico y antropológico del modo en que se interiorizan ciertos saberes y prácticas (tanto formales como tácitos) Pero no está claro si esta tarea es competencia de la Sociología del Conocimiento o de la Sociología de la Educación. De gran interés resultan los comentarios de Fleck, que Miguel Ferreira cita a partir de su trabajo “La génesis y el desarrollo de un hecho científico”, Alianza 1986. Según Fleck, las ideas científicas sólo se pueden comprender en el contexto de un “estilo” en el que son iniciados los neófitos mediante una instrucción totalmente irracional, que los capacita para producir posteriormente conocimiento científico “racional”.
- Análisis del propio discurso científico, tal y como este se presenta en sus comunicaciones, artículos, libros de texto… Rastrear la construcción metafórica de conceptos, las analogías empleadas, los criterios de demarcación que delimitan las fronteras (entre lo que es ciencia y lo que no lo es, entre los campos de estudio, entre los rangos donde las ecuaciones son válidas y donde dejan de serlo…) Estudiar los recursos retóricos y expositivos que construyen la objetividad y eliminan al sujeto. El problema principal de este enfoque, como muestra Miguel Ferreira en su tesis, consiste en que nos centramos en los productos y omitimos el estudio del proceso. También es preciso saber cómo se han fabricado estos resultados, y cómo se les ha dado la forma que tienen finalmente.
- Estudiar con detenimiento los argumentos de los científicos “disidentes”, de los “herejes” que no comparten la ortodoxia del discurso hegemónico imperante. Sería, por ejemplo, el caso de quienes rechazan la interpretación probabilista de la ecuación de Schroedinger incluso hoy en día. Convendría repasar la interpretación que dan estos científicos de las controversias clásicas y de los experimentos cruciales. Es de suponer que siempre han existido estos “outsiders”, y no estaría de más hacer una historia de su heterodoxia (¿Una “historia de los heterodoxos en la ciencia”?) Y relacionar sus puntos de vista divergentes y exóticos con la emergencia de la “ciencia revolucionaria” en los periodos críticos…
- Repasar el modo en que la historia de la ciencia se amaña y se reconstruye, para convertir la complejidad de los hechos en un relato apañado listo para ser digerido por los estudiantes sin poner en peligro su creencia en una continuidad progresiva e iluminadora en los saberes por la senda del progreso… El problema básico que se omite es la inconmensurabilidad de los paradigmas, la operatividad de los conceptos y de las técnicas empleadas… Los problemas, las ideas y las teorías vienen condicionadas por nuestros marcos interpretativos y por nuestras capacidades materiales de intervención sobre el mundo. Cada etapa histórica, cada cultura, ha elaborado sus propios conceptos científicos, cargados de matices y de sutilezas intraducibles. Los conceptos de masa, de tiempo, de espacio o de energía… carecen de esa continuidad histórica que las reconstrucciones posteriores les han otorgado. Ni siquiera los conceptos más concretos, como el de número o el de círculo pueden escapar en sus connotaciones y significados al contexto sociocultural en el que han funcionado. El desarrollo de la ciencia ha consistido en renegociar el significado de estos términos y las posibilidades operativas que contenían. Un estudio de estos temas podría revelar muchas sorpresas de gran interés.
- Profundizar en esa compleja relación entre física y matemáticas que analiza Miguel Ferreira. Se trata de un aprendizaje importantísimo y no formalizado, que el alumno debe asimilar sobre la marcha, y que resulta crucial no sólo para comprender los desarrollos en el encerado o en los apuntes, sino principalmente para aprobar exámenes y pasar de curso (algo a lo que el autor de la tesis no otorga, a mi juicio, la importancia que merecería). De gran interés en este sentido son las “idealizaciones” matemáticas que sirven para representar hechos científicos. Cuando conviene, estas representaciones se consideran idealizaciones de entidades que no existen en el mundo real, y sus propiedades chocantes y contradictorias se despachan sin problemas precisamente por tratarse de modelos irreales (como ocurre, por ejemplo con las ondas planas). Otras veces (como cuando tratamos con un paquete de ondas), la compleja descripción planteada se considera un modelo válido de la realidad física, y el alumno se ve obligado a manejar las dificultades matemáticas tomándoselas en serio. El físico impone, así, constricciones arbitrarias a los discursos posibles en su propio lenguaje matemático. Las imágenes posibles de la realidad son obligadas a ceñirse al discurso previamente elaborado, que es quien determina cuándo debemos ser rigurosos y cuándo podemos obviar las complejidades matemáticas en cuestión. En este sentido resulta también muy interesante analizar cómo son tratadas las aproximaciones en casos complejos, las soluciones numéricas, las series de potencias, los términos “irrelevantes” o “despreciables”, las “soluciones sin sentido físico” de las ecuaciones…
- Estudiar con detalle cómo se utilizan las metáforas para elaborar y transmitir conceptos en la ciencia. Esto plantea un problema esencial para al alumno (o para el “extranjero” que pretende estudiar a los miembros la tribu”), porque cuando no se domina el lenguaje científico es todavía posible apreciar la tensión conceptual asociada al uso de la metáfora. Se experimenta una confusión conceptual porque aún no se tiene claro cuál es el rango en el que las representaciones metafóricas han cristalizado en conceptos técnicos vacíos de connotaciones accesorias. El alumno percibe aún todo el contenido “poético” o “creativo” de un término sacado de su contexto habitual, pero aún no ha asimilado el significado preciso e instrumental con que lo utilizan los nativos. Esto es claramente perceptible en muchos términos mencionados en la tesis, como el de “espacio”, por ejemplo.

Proyecto "Realidad" de Edgar Gómez

Aquí les dejo mi proyecto para que me hagan comentarios, saludos.
Edgar

La construcción de la “Realidad” a partir del uso de las Tecnologías de la información y la Comunicación.

Tema.
Desde mis inicios en el terreno de la investigación, he tenido como objeto de estudio y campo central de análisis al Internet. He trabajado el tema desde diversas perspectivas, todas ellas en la tradición culturalista y crítica, y he utilizado metodologías variadas. La mayoría de los trabajos que he publicado y que han acaparado mi interés se insertan en la llamada Comunicación Mediada por Computadora (CMC), dentro de la cual elementos identidad, la socialización, las relaciones interpersonales, la comunicación y el empoderamiento han sido algunas de las directrices que han guiado mi trabajo desde que inicié los estudios de maestría hace 7 años. En este momento y después de haber terminado un libro sobre el uso sexual de los sistemas de Comunicación Mediada por Computadora (mejor conocido como cibersexo), mi preocupación gira en torno al concepto de la realidad (en contraposición a lo llamado virtual) y a la relación que tienen ambos con el uso y la apropiación del Internet por parte de distintos grupos sociales tanto a nivel teórico, como en el uso cotidiano de las tecnologías, aunque también desde el punto de vista metodológico. Hay varios conceptos que me parecen claves; por un lado la tecnologización de los espacios cotidianos, en combinación con la virtualización de éstos, donde conceptos como tiempo y distancia se ven difuminados por el acceso cada vez más habitual y con mayores recursos a un (ciber)espacio. Y por otro lado, los diferentes usos y apropiaciones que se les dan a estas tecnologías y su posible diferencia entre grupos de edad, género y clase social. Siempre tomando como universo el ámbito Iberoamericano.

Problema.
Hasta ahora ha habido en los estudios sobre Internet, y en específico sobre la CMC, una distinción teórica entre lo “virtual” y lo “real”. Sin embargo, las últimas tendencias en estos estudios, parecen operar en una lógica que borra dicha distinción en aras de estudiar la complejidad que se presenta en este tipo de comunicación. No obstante, dichos trabajos siguen estando más en el orden teórico, faltando con ello un análisis de estos nuevos conceptos en el terreno donde suceden. Por ello, necesitamos conocer la percepción sobre la relación entre lo real y lo virtual que tienen las personas que utilizan cotidianamente este tipo de comunicación. Tradicionalmente, dos de los conceptos claves para acercarnos a lo que llamamos realidad han sido el espacio y el tiempo, y éstos han sufrido modificaciones cognitivas a partir de la emergencia de las llamadas nuevas tecnologías. La intención de este proyecto es conocer, entre otras variables, cómo se están apropiando de las tecnologías, específicamente del Internet, diversos grupos sociales y si este uso ha modificado, reconfigurado o transformado la conceptualización de la realidad que tenían las personas.

Aproximación a un objeto de estudio.
Después de perseguir un mismo objeto de estudio por tantos años, las preguntas que se van generando en torno a él se complejizan de manera que los ámbitos de las áreas del conocimiento como se entendían tradicionalmente, no alcanzan para comprender los fenómenos estudiados en su totalidad. Después de todo este tiempo y de analizar diversos elementos en relación a la Comunicación Mediada por Computadora (manifestación que ya lleva más de 20 años existiendo) y del Internet en general, me surge la pregunta sobre la relación que guardan las personas con el uso y la apropiación de la tecnología para su vida cotidiana. Vivimos tiempos en los que se pueden visitar museos que están físicamente al otro lado del planeta o tener relaciones sentimentales con una persona desconocida a través de una computadora o votar en línea o hacer las compras por este medio. Existen necesariamente reconfiguraciones de nuestra percepción sobre el mundo. Hasta ahora y a nivel teórico-investigativo se había trabajado con la distinción entre lo real y lo virtual, siendo el primero lo que sucede de la pantalla para afuera y el segundo lo que sucede de la pantalla hacia dentro. En un trabajo anterior (Gómez, 2002) ya había apuntado la necesaria conjunción de ambos conceptos en uno de mayor complejidad que permitiera dar luz al impacto real de dichas tecnologías en la cotidianeidad. Ahora bien, este proyecto se plantea como el primer paso de dicha conjunción, partiendo de los nuevos desarrollos teóricos pero tomando en cuenta el campo donde se desarrollan dichos fenómenos, es decir con las personas.

Mapa teórico en 3 dimensiones.
Primer vector: Realidad vs. Virtualidad.
Al hablar de Internet, se habla de realidad virtual, de comunidad virtual y de ciberespacio (cfr. Reinghold, 1995 y Jones 1995). Aunque en principio parezca que lo que diferencia al Internet de otros conceptos sólo sea lo “virtual” o lo “ciber”, aún no queda claro, en el orden teórico, si se habla de un espacio real o de un espacio construido simbólicamente. Bonder (2002) dice que el ciberespacio es un “terreno intangible al que se accede por medios tangibles” (p. 29). En estricto sentido se trata de ambos: por un lado, el espacio que ocupan las computadoras, los cables, las conexiones y los servidores (que es físico, tangible y real) y que está modificando nuestra relación con el espacio físico. Aquí tendríamos un primer objeto de conocimiento, enmarcado en la tradición de los trabajos de Silvertstone, Hirsch y Morley (1992): estudiar la forma en la que se integran al espacio físico estos nuevos dispositivos tecnológicos de comunicación. Cada vez es más común que en las aulas, en lugar de los tradicionales pupitres, se encuentren pequeños muebles con computadoras, y en lugar de salones haya laboratorios de cómputo. En las casas, es relativamente habitual el encontrarnos con el “cuarto de la computadora” o por lo menos con una computadora en algún espacio privilegiado del hogar (Bakardjieva, 2002). Mitra y Schartz (2001) hablan de que, cada vez más, los espacios domésticos se ajustan para que sea más adecuada la entrada al ciberespacio (nuevas conexiones más rápidas, muebles que se integran a la decoración y que son más cómodos, etcétera), un punto ampliamente estudiado por Silverstone, Hirsch y Morley (1992). Otra pista de la manera en que el Internet está modificando nuestros espacios físicos tradicionales la da el crecimiento de los cibercafés o de los llamados kioscos digitales en las ciudades, lo que demuestra cómo los espacios sociales están adecuándose cada vez más para el acceso al ciberespacio.
Por otro lado, y es precisamente el que me interesa en esta reflexión, está el espacio que posibilita esta serie de elementos tecnológicos, un espacio simbólico que surge por el uso que hacen las personas de ellos. Como dice Jones con referencia a la CMC:
La CMC, por supuesto, no es sólo una herramienta; es al mismo tiempo tecnología, medio y motor de relaciones sociales. Ésta no sólo estructura relaciones sociales, es el espacio en donde las relaciones ocurren y la herramienta usada por los individuos para entrar a ese espacio. Es más que un contexto en el que las relaciones sociales ocurren (aunque también sea eso) pues es comentado e imaginativamente construido por procesos simbólicos iniciados y mantenidos por individuos y grupos. (1995, p. 16)
De hecho, la misma terminología apunta a pensar en este “(ciber)espacio” como un espacio exterior al que existe en la realidad. Miller y Slater (2001) comentan:
El tipo de preguntas que han preocupado a la literatura de más alto perfil, así como a gran parte de la discusión pública y de sentido común acerca de la red, han asumido, de esta manera, una oposición entre lo virtual y lo real. (p. 4).
Se habla entonces de acceder, entrar, conectarse, estar “en línea”, y esto nos remite a la sensación de introducirnos en este espacio cada vez que estamos frente a la computadora y ésta está conectada a Internet. Diversos autores conciben al mundo de Internet como un espacio físico en sí mismo, tanto en metáforas como en sentido directo: desde el mismo concepto de “ciberespacio”, acuñado por Gibson, que describe una alucinación múltiple al acceder mediante una computadora a un espacio. Antulio Sánchez (2001) habla de él como el “Sexto Continente”; Hine (2000) hace un recuento de ello al decir que el Internet se ha concebido como un “almacén de conocimiento, un medio de comunicación, un foro comercial y un lugar para la experiencia”(p. 30). También se ha denominado al Internet como la “Frontera Electrónica” . Nuevamente Miller y Slater (2001) critican esta posición al decir que el Internet representa “nuevas mediaciones, claro, pero no una nueva realidad”, para concluir:
Podríamos ir más lejos aquí: la virtualidad -- como la capacidad de las tecnologías comunicativas de constituir en lugar de mediar realidades y de constituir esferas de interacción relativamente limitadas-- no es ni nueva ni específica del Internet. En cambio es probablemente intrínseca al proceso de mediación (p. 6)
Esto tendría que pensarse más a fondo. Ahora bien, más allá de metáforas o conceptos para denominar el Internet, existen pocas reflexiones teóricas sobre el asunto. Una de ellas, a mi parecer muy interesante, es la propuesta por Castells (2001), quien establece el concepto del “Espacio de los Flujos” y de él dice: “Las localidades se desprenden de su significado cultural, histórico y geográfico, y se reintegran en redes funcionales o en collage de imágenes, provocando un espacio de flujos que sustituye al espacio en lugares” (p. 452). Con ello, da a las redes comunicativas (en general y a Internet por ser la mayor red tecnológica-comunicativa-humana) una nueva configuración que establece el espacio en la interacción más que en los medios para llevarla a cabo.
Segundo vector: Acceso (Brecha tecnológica, género y clase).
Ahora bien, se apunta que este proceso de tecnologización se da de manera más clara en los jóvenes y niños que en los adultos: se trata de la llamada brecha tecnológica (Zermeño, 2003), que tiene también como referente a la “biografía tecnológica” . En ese sentido, la demografía de Internet es muy clara y también apunta (sobre todo en países en desarrollo) a una mayoría evidentemente masculina y de clase media-alta. Ahora bien, me parece importante conocer si existe alguna diferencia en la forma en la que conciben al Internet ambos grupos y si representan diferentes puntos en un continuo de la realidad a la virtualidad. Dicho en otras palabras, es importante conocer si el uso constante de dichas tecnologías, específicamente el Internet, da como resultado una reconceptualización de la realidad por parte de las personas que lo utilizan.
Tercer vector: Uso y apropiación.
Un elemento extra que me parece importante es la cuestión del uso y la apropiación del Internet (y otros elementos tecnológicos) . El uso constante, que además en el caso del Internet o el teléfono celular se da en ámbitos diversos (trabajo, educación, personal), podría ser un factor importante en la forma en la que las personas perciben la realidad en relación a lo virtual. Aquí la suposición es que a mayor uso de dichas herramientas, se daría una percepción menos clara de la distinción entre lo real y lo virtual puesto que muchas de las actividades cotidianas estarían mediadas por el uso de la computadora.

De esa forma, el mapa a seguir sería el siguiente:

Objetivos:
- Conocer la forma en la que distintos grupos (sociales, de edad, de género) usan y se apropian de las NTIC, especialmente del Internet y si la cantidad y calidad de dicho uso y apropiación reconstruye el concepto de realidad, tanto social como cognitivo que tienen las personas.
- Conocer la relación entre el uso del Internet y la configuración cognitiva-social sobre la realidad.

Propuesta metodológica.
Como lo apuntan Rice y Williams en Jones (1999), “los nuevos medios necesitan ser incluidos en la investigación sobre comunicación tradicional, pero es necesario ver esas teorías de manera no tradicional.” (Jones 1999: X). En esa misma tónica señala: “El simplemente aplicar teorías y métodos existentes al estudio del fenómeno que significa Internet, no es una forma satisfactoria de construir nuestro conocimiento de la Internet como un medio social” (Jones 1999: X). Por su parte Jensen menciona que:
En los estudios sobre comunicación nos encontramos demasiado a menudo con que las elecciones metodológicas se han hecho mucho antes de determinar los objetivos y fines de la investigación, por lo que las metodologías se convierten en soluciones en busca de problemas (Jensen 1993:15)
En este sentido, se debe arriesgar ante la complejidad existente; plantear, proponer y modificar a cada paso una o varias metodologías partiendo de una base. Y en concordancia con González (1997), establecer objetos de conocimiento e instrumentos ad hoc que tomen en cuenta realidades nacionales y regionales.
En principio, se debe establecer un concepto de realidad que pueda servirnos para tener un punto de referencia al hacer trabajo de campo y cuestionar a la gente cuál es el concepto que utilizan para referirse a ella y si ésta se ha visto transformada, potenciada, reconstruida o desechada a partir del uso de tecnologías de la comunicación. Dicho concepto puede tener como punto de partida la epistemología y la filosofía en su sentido más amplio o en enfoques recientes como el construccionismo.
La estrategia metodológica que propongo es una combinación de técnicas en 2 pasos:

Etnografía de los espacios de acceso al ciberespacio (casas, centros de cómputo, cibercafés, bibliotecas), buscando cómo dichos lugares han transformado el espacio público y privado. Asimismo etnografía dentro del ciberespacio (comunidades virtuales, listas de discusión, newsgoups), para conocer la interacción y uso de dichos sistemas. Lo anterior tiene como meta conocer la forma en la que las personas usan y se apropian de los espacios de acceso y también la forma en la que utilizan las herramientas y posibilidades del Internet.

Entrevistas focalizadas dentro y fuera del ciberespacio con usuarios constantes del Internet. Esto me permitiría conocer los conceptos de realidad en las personas y si ésta ha sufrido transformaciones a partir del uso constante del Internet.
Para ello se utiliza una construcción metodológica que tiene su base y referencia en la técnica de entrevistas focalizadas y en profundidad, ya que lo que se busca es “el aprendizaje sobre lo que es importante en la mente de los informantes; sus significados, perspectivas y definiciones; el modo en que ellos ven, clasifican y experimentan el mundo” (Taylor y Bogdam, 1986: 114), situación en la que concuerdan también Jankowski y Wester (1993).
En este sentido, sería importante conocer las diferencias por edad, sexo, clase, basándonos también en el análisis de su “biografía tecnológica”.
Es importante recalcar que un segundo nivel del proyecto tendrá que ver con la reflexión sobre la metodología para el estudio del Internet. Siempre me han interesado las cuestiones metodológicas y quiero seguir con esa exploración.

Bibliografía:
Bakardjieva, M. (2002). Taming a wild medium: The microregulation of the Internet. Paper presented at the IV International Conference “Crossroads in cultural studies”.
Bonder, G. (2002). Las nuevas tecnologías de información y las mujeres: reflexiones necesarias. Chile: CEPAL.
Castells, M. (2001). La Galaxia Internet. España: Plaza & Janés.
González, J. A. (1997). La voluntad de tejer. Análisis cultural, frentes culturales y redes de futuro. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, 3 (5), 129-150.
Gómez, E. (2002). Espacio, Ciberespacio e Hiperespacio: Nuevas configuraciones para leer la Comunicación Mediada por Computadora. Anuario de Investigación IX. México: CONEICC.
Hine, Ch. (2000). Virtual Etnography. Sage: London.
Jankowski, N.J. y Wester, F. (1993). La tradición cualitativa en la investigación sobre las ciencias sociales:contribuciones a la investigación sobre comunicación de masas. En N.W. Jankowski y Karl Jensen (Eds.) Metodologías cualitativas de investigación en comunicación de masas. Barcelona: Bosch.
Jones, S. (1999). Studying the Net: Intricacies and Issues. En Steve Jones (Ed.). Doing Internet Research, (p. 1-27). Estados Unidos: SAGE Publications.
Jones, S. (1995). Understanding Community in the Information Age. En S. Jones. (Ed.), CyberSociety : computer-mediated communication and community. E.U.A. : Sage Publications.
Miller, D. y Slater, D. (2001). The Internet: an Etnographic Aproach. Reino Unido: Berg
Mitra, A. y Schartz, R.L. (2001). From Cyber Space to Cybernetic Space: Rethinking the Relationship between Real and Virtual Spaces. Journal of Computer Mediated Communication (en línea). http:www.ascusc.org/jcmc/isseue1/mitra.htaml
Rheingold, H. (1995). The Virtual Community. Harper Collins: New York.
Sánchez, A. (2001). La Era de los Afectos en Internet. Océano: México.
Silverstone, R., Hirsch, E. y Morley, D. (1992). Information and communication technologies and the moral economy of the household. En Roger Silverstone y Eric Hirsh (eds.). Media and Information in domestic spaces. Nueva York: Routlegde.
Taylor, S. y Bogdan, R. (1986). Introducción a los Métodos Cualitativos de Investigación. Argentina: Paidós.