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Dando palos de ciego - César

Me da un poco de vergüenza publicar esto dentro del tema "Proyectos de Tesis", porque la verdad es que yo no tengo ninguna idea definida, tan sólo percibo algunos campos de interés (que pueden parecer lejanos al mundo de la cultura digital, aunque tal vez no lo estén tanto). En todo caso, me parece que la sugerencia que nos propuso Edgar para exponer nuestras ideas es muy positiva. A mí, por lo menos, me puede aclarar algunas dudas por medio del debate y las opiniones de los demás. Así que allá voy. Quisiera compartir con vosotros los comentarios que me ha sugerido la lectura de la famosa tesis sobre la "Ecuación de Schroedinger" de Miguel Ángel Vázquez Ferrerira, que me ha dado mucho que pensar. Espero vuestra indulgencia, si os parece que este tema tiene poco que ver con nuestro curso. Y estaría encantado de recibir vuestras críticas y comentarios. Aquí está el texto:

Esta ecuación hay que vivirla
Algunas ideas y reflexiones sugeridas por la lectura de la tesis doctoral de Miguel Ángel Vázquez Ferreira “Vivir la ecuación de Schroedinger: una aproximación antropológica al conocimiento científico”. El culpable de estas ocurrencias es César Prestel.
Introducción. ¿De qué va esta historia?
Cuando se publicó, hace ya bastantes años, el controvertido estudio sobre “La vida en el laboratorio” de Latour y Woolgar, sus planteamientos y conclusiones resultaron tan estimulantes como polémicos. En esta monografía se describe el desarrollo de la investigación científica por medio de un análisis etnográfico. Los autores convivieron con los científicos en el laboratorio, y estudiaron su comportamiento como lo haría un antropólogo en una tribu exótica. Sin embargo, después del tiempo transcurrido desde entonces, es conveniente matizar los entusiasmos generales que suscitó este trabajo, y someterlo a una revisión crítica.
Este es, precisamente, el punto de partida de Miguel Ferreira en su tesis doctoral sobre la ecuación de Schroedinger. Partiendo de una visión constructivista y relativista, la crítica que realiza Miguel Ferreira al enfoque seguido por Latour y Woolgar en “La vida en el laboratorio” se centra en la incapacidad de los autores para comprender el lenguaje propio de la “tribu” que estaban estudiando. Este lenguaje no es otro que el de las matemáticas, y constituye una parte esencial de los artículos y las comunicaciones característicos de los científicos en ejercicio. Así pues, los informes en los que se basaron Latour y Woolgar fueron únicamente una “traducción” que los científicos realizaron de sus tareas y descubrimientos, en la que inevitablemente se traicionaron los significados y las connotaciones en un proceso de vulgarización y simplificación para que los estudiosos pudieran comprenderles. Al carecer del conocimiento del lenguaje empleado por los nativos, un aspecto fundamental de su actividad queda oculto para la investigación. Esto, además, hace imprescindible una negociación previa entre los etnógrafos y los científicos, para que la comunidad científica acepte la intromisión de un observador “extranjero” y tal vez incómodo. Presumiblemente su presencia sólo será consentida si se tienen todas las garantías de que el resultado de la investigación no hará peligrar de ningún modo el prestigio y la seguridad de la tribu.
La propuesta del autor de esta tesis consiste en estudiar desde dentro el modo en que se proporciona a los futuros científicos la orientación vital y el lenguaje necesario para convertirse en nativos, cualificados miembros de la tribu. O, en términos sociológicos, se trata de estudiar cómo se interioriza el “habitus” científico, cómo se construye una determinada perspectiva de aproximación al conocimiento de los fenómenos, cómo se interiorizan los presupuestos básicos de un paradigma. Y a la vez, cómo se asimila inconscientemente una lectura muy particular de los contenidos de la disciplina, que implica una interpretación muy concreta (entre varias posibles) de sus fundamentos y de sus significados.
El método aplicado para el desarrollo del trabajo de campo es un análisis antropológico. Se trata de una observación participante, o como dice el autor, de una “participación observante”. El autor se matriculó en la facultad de Ciencias Físicas, y durante dos años estuvo cursando diversas asignaturas correspondientes a los tres primeros cursos de la licenciatura. Estaba especialmente interesado en las materias relacionadas con la Mecánica Cuántica, y estudió con mucho empeño todas las materias que abordaban aspectos físicos o matemáticos necesarios para llegar a comprender sus fundamentos. Su foco de atención se centró en la Ecuación de Schroedinger, que a su juicio supone un resumen magnífico de la revolución cuántica y sus impactantes implicaciones. Mientras el antropólogo está tomando apuntes de las diferentes asignaturas (como cualquier otro alumno), también está rellenando su cuaderno de campo de anotaciones e interpretaciones sociológicas y etnográficas. A la vez que vivencia el proceso de aprendizaje propio de un alumno de Físicas, también realiza una auto-observación antropológica que fundamentará el desarrollo de su tesis doctoral en Sociología.
El objetivo final que persigue esta tesis, sin embargo, no está nada claro. Parece que lo que se pretende es mostrar que para alcanzar una cabal comprensión de las implicaciones y los significados asociados a la Ecuación de Schroedinger, no hay más remedio que experimentar el proceso vivencial de estudiarla en las aulas de la facultad. O sea, que esta ecuación “hay que vivirla”. Según escribe el propio autor, “no se pretende formular verdades, ni denunciar errores o falsedades, sino acceder a la construcción vivencial del conocimiento”.
Por lo que se refiere a la exposición del autor en su tesis doctoral, su originalidad resulta, como mínimo, atípica y chocante. En el texto se combinan secciones en las que el autor transcribe literalmente sus apuntes, así como páginas enteras de sus libros de texto, con otros apartados en los que se realiza un “análisis” antropológico o sociológico de la experiencia vivida. Y, además, cuando este análisis parece perder el hilo argumental o acercarse peligrosamente a un precipicio, súbitamente aparecen diálogos en los que hablan las múltiples personalidades del autor (o “voces” como él las llama).
Pero… ¿en qué consiste esta tesis?
En términos generales podríamos considerar que la tesis leída por Miguel Ferreira contiene, al menos, tres tipos distintos de contenidos:
Una primera parte consiste en una exposición académica “ortodoxa” de los fundamentos matemáticos y físicos de la mecánica cuántica, tal y como son presentados a un alumno en las aulas de la facultad, incluyendo la interpretación probabilista de la función de onda. Todo esto se puede encontrar en varios manuales de tercer curso de la carrera de Físicas.
En segundo lugar presentan los presupuestos y los desarrollos más recientes de la Sociología del Conocimiento Científico, y del Programa Fuerte en los Estudios Sociales de la Ciencia, así como de las típicas controversias que se dan dentro de este “programa de investigación”. Todo esto se puede encontrar en diversos manuales de quinto curso de la carrera de Sociología.
Y, en tercer lugar aparece el relato de una vivencia personal que pretende integrar ambas visiones del mundo (la del físico y la del sociólogo) en un proceso personal de auto-observación. La pretensión última parece centrarse en la adquisición y el dominio del “lenguaje” matemático de los nativos para poder llegar así a comprender en sus propios términos el modo en que se desarrolla la labor científica. El autor repite reiteradamente que el carácter vivencial de esta experiencia la hace imposible de trasvasar al formato textual característico de una tesis doctoral, como producto final y acabado. Según las propias palabras del autor, no se trata de partir de la ecuación para darle un sentido sociológico, sino de construir un sentido del objeto con que nos topamos en virtud de la representación que de él se hace el sujeto a través del proceso vivencial del aprendizaje.
Un aspecto clave que no queda nada claro es a quién va dirigida esta tesis. ¿Quién la va a leer? ¿Quién va a poder comprenderla? ¿Quién será capaz de atreverse a criticarla? El propio autor reconoce explícitamente que una cabal interpretación de sus contenidos requeriría satisfacer tres condiciones. En primer lugar, es absolutamente imprescindible comprender y asimilar todos los desarrollos matemáticos y físicos que llevan al autor (a través de más de doscientas páginas, incluyendo los apéndices) a la presentación de la Ecuación de Schroedinger. En segundo lugar, es necesario que el lector conozca y maneje con soltura los conceptos sociológicos empleados en el análisis del trabajo de campo a la luz de las últimas tendencias en la Sociología del Conocimiento Científico. Y, por último, si el paciente lector ha sido lo suficientemente afortunado (o tenaz) como para haber superado ambas condiciones, se nos remata afirmando que el proceso experimentado por el autor es una vivencia intransferible, totalmente personal y que ningún texto puede traducir o plasmar en palabras. Porque para entender de verdad la Ecuación de Schroedinger lo que pasa es que “hay que vivirla”. No se trata de un panorama excesivamente halagüeño…
Donde esta historia me entusiasma…
Pero hay que reconocer que este chico es un lince. Para afrontar con ánimo la situación, el autor plantea su investigación como una exploración del terreno fronterizo y difuso entre dos disciplinas. Tal vez una zambullida por los márgenes del conocimiento, en un proceso vivencial al que se aplican técnicas antropológicas de auto-observación pueda arrojar algo de luz sobre… no se sabe bien qué.
Después de todo, el texto está repleto de brillantes observaciones y de ideas muy interesantes. Tal vez no se trate de descubrimientos revolucionarios, puesto que muchas de estas anotaciones han sido realizadas con anterioridad por estudios previos. Son, en todo caso, apuntes en los que merecería la pena profundizar, y que podrían dar pie a futuros estudios.
En primer lugar, el autor hace un magnífico relato del modo en que se transmite a los estudiantes, durante los años de aprendizaje, todo un “instrumental” para el análisis de la “realidad” que presupone una determinada interpretación de la misma. El dominio de la física requiere asimilar unos puntos de partida previos que determinan el marco conceptual en el que se “encajan” los saberes y las percepciones. Así, se arma al alumno para que sea capaz de discernir lo posible de lo imposible, lo relevante de lo irrelevante, lo pensable de lo inconcebible… En este sentido, el autor estudia con gran agudeza diversos aspectos del proceso de aprendizaje de un alumno en la facultad de ciencias físicas.
- La simplificación y la reconstrucción manipulada de los episodios más controvertidos y problemáticos de los libros de texto. La reelaboración “digerible” de lo acaecido para darle un barniz histórico, lógico, matemático… y la transmisión de una interpretación determinada de antemano, y que es la que se pretende inculcar. Se podría trazar una interesante analogía con el adoctrinamiento religioso, y la forma en que enseña el catecismo o se resuelven los problemas planteados por las controversias teológicas sobre los planteamientos heréticos o las disputas doctrinales en la historia de la religión.
- La “minoría de edad intelectual” en que se mantiene deliberadamente a los alumnos, y que predispone a los aprendices a aceptar acríticamente el discurso de los “mayores en edad, saber y gobierno” (catedráticos, profesores, autores de libros de texto, históricos “genios” de la ciencia…). No se plantea siquiera la posibilidad de cuestionar los presupuestos conceptuales o interpretativos de los que parte la visión ortodoxa de las cosas. Toda posible disonancia cognitiva se achaca a la incompetencia o ignorancia del novicio, al que aún le queda mucho por aprender. Se levanta una opaca barrera para disfrazar esta manipulación ideológica y deliberada por medio de una serie de actos rutinarios de disciplina y acatamiento, entre los cuales es de importancia crucial el ritual de los exámenes. Este es un punto esencial que, a mi juicio, el autor no explota en todas sus potencialidades, y que se presta a un jugosísimo análisis. Se trataría de analizar las prácticas implicadas en este proceso de “domesticación” de la mente “salvaje” del alumno, para convertirlo en un sumiso miembro de la tribu. De nuevo, resulta del máximo interés la analogía entre el maestro espiritual y su discípulo novicio, que debe superar los ritos iniciáticos prescritos para alcanzar la sabiduría plena que le integre en la comunidad de los sabios.
- El proceso de “doma” de las exuberantes, fértiles, caóticas y escasamente “científicas” interpretaciones del mundo del alumno. Se trata de someter el intelecto a un régimen disciplinario en el que se emplean cantidades industriales de “herbicida intelectual” para garantizar el florecimiento de un “monocultivo ideológico” en la mente del alumno. Así se asegura una pronta cosecha de interpretaciones del mundo ortodoxas y coherentes con la tradición heredada, después de haber limpiado de “malas hierbas” y de contaminaciones y adherencias este prometedor terreno de cultivo.
- La internalización por parte del alumno de un sutil “currículum oculto” en el que, por ejemplo, resulta crucial asimilar la compleja relación entre física y matemáticas. La matemática aparece, en ocasiones, como una herramienta que se puede forzar y violentar para obtener los resultados necesarios, sin preocuparse de las demostraciones rigurosas o de las condiciones estrictas en las que los teoremas pueden aplicarse. Sin embargo, en otros casos es preciso atenerse estrechamente a los rangos de validez de las fórmulas y rechazar en consecuencia soluciones incongruentes con la situación matemática planteada. Hay un aprendizaje esencial, pero no formalizado, que consiste en desarrollar un “olfato” o un “ojo físico” para saber “lo que toca” hacer en cada caso con las matemáticas (que puede consistir en tomárselas bien en serio o bien en obviar los problemas que plantean).
- La modelización como procedimiento heurístico (y, en ocasiones, demostrativo), que reduce a “tipos ideales” manejables la infinita variedad del ser, y se limita a tratar los aspectos manipulables y mensurables de la realidad. (En las aulas de la facultad circula un chiste que ilustra de forma muy divertida esta tendencia. Un enorme y enfurecido mastín persigue por el campus a un alumno. Mientras sus compañeros corren para prestarle ayuda, el profesor de física toma una hoja de papel y escribe… “consideremos un perro esférico, de masa nula…”) Así pues, se postula una realidad que no consiste sino en la conversión de lo diverso y de lo complejo en elementos manejables, reducidos a lo que las matemáticas pueden tratar. La medida se impone como un procedimiento para someter lo caótico y convertirlo en matematizable. ¡Y luego se pretende afirmar que ese discurso, acerca de entidades ficticias ultra-simplificadas contiene la verdad acerca de lo real!
- La construcción de un discurso convincente, que echa mano de múltiples y bien conocidos recursos retóricos para presentar nuestros “resultados” (ecuaciones, modelos, interpretaciones…) como los únicos que son posibles, naturales, lógicos o plausibles. Los diferentes autores que han investigado el asunto han señalado algunos de estos recursos. Son, por ejemplo: la profusión de gráficos y fotografías, la presentación matemática de los resultados en forma de tablas y de ecuaciones, la utilización de tiempos verbales y modos de expresión impersonales y abstractos, la referencia continua a artículos, trabajos y documentos previos que se suponen verdaderos e incuestionables… El proceso es, así, una construcción retórica de la verdad por medio de la eliminación del autor del texto, creando una sensación de objetividad y distancia en los resultados que debe mucho de su elocuencia a la forma en que las afirmaciones son establecidas. Esto es así tanto en las exposiciones ortodoxas de los libros de texto como en la presentación que se hace en las aulas del desarrollo histórico de los periodos de “ciencia revolucionaria”. Lo que en su génesis fue una caótica sucesión de callejones sin salida, titubeos, ambigüedades y zozobras, se presenta finalmente como un monólogo autorizado y convincente, que ofrece una interpretación definitiva de las cosas, que es la única posible. Este mismo método expositivo es también característico de las monografías sociológicas o etnográficas, y resulta muy llamativo cuando el contenido de dichas monografías pretende proponer una aproximación menos dogmática al saber constituido. Así pues, para superar esta unilateralidad y ofrecer una alternativa menos monolítica, se han desarrollado las “nuevas formas expositivas”. Se trata de combinar diálogos, voces múltiples y contradictorias, opiniones encontradas, comentarios alternativos…. equiparando en validez y legitimidad todos estos discursos posibles con la exposición “tradicional” del estudioso que expone su tesis.
- Los requisitos exigidos a un estudiante para su futura inclusión en la comunidad científica. Esto implica que el aspirante asuma una interpretación ortodoxa y consagrada de la realidad, adhiriéndose al consenso cognitivo en los presupuestos básicos de la forma de conocer tradicional (el paradigma de “ciencia normal” vigente), que se considera intocable. Puede tenerse la absoluta certeza de que un alumno que ponga en cuestión los fundamentos mismos de esta interpretación se encontrará con grandes dificultades para acabar su carrera (y no digamos ya para sumarse a la “comunidad científica” en un laboratorio o en un departamento universitario). Sería muy interesante estudiar esta imposición del consenso obligatorio en otros casos, como por ejemplo en la facultad de Economía (teniendo en cuenta que el actual consenso en materia de “ciencia” económica no sólo resulta lógicamente insostenible, sino que además es a todas luces irracional y suicida).
Donde esta historia no me acaba de convencer…
No cabe duda de que este autor es ingenioso. Pero no termina de convencerme. Tengo serias dudas en relación a varios aspectos. No me convencen ni el planteamiento general de su tesis basado en la experiencia “vivencial” del autor, ni la forma concreta de exposición que emplea, ni las “conclusiones” que propone, ni el modo en que trata el problema de la reflexividad, ni el enigmático y milagroso concepto de “transducción” que viene a rescatarle como un “deus ex machina” al final de la película…
En cuanto al planteamiento general del tema, parece claro que, en la línea del Programa Fuerte de la Sociología del Conocimiento Científico, el autor defiende el carácter socialmente construido de la actividad científica. Se trata de poner en cuestión el pretendido carácter sagrado e intocable del saber establecido (recordemos que incluso Mannheim consideró que la ciencia era un “área restringida” que debería mantenerse resguardada de la indagación sociológica). Para destronar a la ciencia de su privilegiado dominio indiscutible sobre los saberes y de su posición como Discurso de la Verdad, es preciso examinar a fondo cómo se elabora y transmite la ciencia, en qué consiste la actividad cotidiana de los científicos, cómo se estructuran y fabrican los hechos y los resultados científicos… A esta tarea se han dedicado numerosos sociólogos en los últimos años. Pero parece poco coherente fundamentar un discurso crítico en este sentido utilizando los mismos recursos y las mismas estrategias retóricas que se están poniendo en cuestión. Así pues, el autor propone una nueva forma de tratar el asunto, que escape del típico enfoque tradicional en el que un experto aplica el “método científico” para estudiar (y tal vez criticar) la ciencia. Hasta aquí, la cosa parece muy sólida y bien fundamentada. Pero el planteamiento concreto que se da a la tesis, basándola en una conflictiva convivencia del autor-observador y del autor-participante, resulta cuando menos controvertida. Toda la tradición etnográfica y antropológica está basada en la importancia de marcar una distancia entre sujeto cognoscente y objeto del conocimiento, entre una perspectiva emic y otra etic, entre los intereses personales del investigador, sus emociones y sus pasiones y las culturas y prácticas que está estudiando… Por supuesto, puede criticarse este enfoque tradicional de “cientifista” o de positivista, o de irrelevante… Bien cierto es que nada hay más relevante que los resultados de una auto-observación… pero ¿disponemos de la suficiente distancia emocional, cognitiva, pasional… necesaria para que esta auto-observación sea algo más que un ejercicio solipsista que se enreda a sí mismo en un laberinto sin salida? ¿No sería más adecuado distanciarse de la realidad inmediata, de las preocupaciones y los apremios concretos del aquí y del ahora, y poner de manifiesto más bien la posibilidad de otros discursos igualmente coherentes y posibles en diferentes contextos? Además, incluso aceptando la validez de este planteamiento de “participación observante”, existen aún amplias zonas en penumbra que conviene aclarar. La forma concreta en que se desarrolla y presenta esta experiencia vivencial nos obliga a seguir al autor a través de una larga “travesía del desierto” (como él mismo la denomina) para poder comprender sus planteamientos. Sólo un lector que tenga de forma simultánea los conocimientos correspondientes, al menos, a un tercer curso de Físicas y a una licenciatura de Sociología, podrá entender cabalmente lo que el autor va exponiendo en su texto. Y aún así, se le estará escapando lo esencial, que es el proceso “vivencial” e intransferible que se pretende transmitir. Pero si la vivencia no se puede transmitir por medio de una exposición objetiva y textual, lo mejor sería callarse (o tal vez escribir un poema en lugar de una tesis, tal y como el propio autor sugiere…) Porque… ¿existe algún conocimiento que podamos adquirir eludiendo esta dimensión existencial? ¿No será que todos los saberes hay que vivirlos a través de una interiorización de su procesualidad? ¿Por qué se afirma esta idea únicamente al analizar el aprendizaje de la Física? ¿Hay algún campo que escape a este agujero negro? ¿Los mitos, los saberes tradicionales de las culturas ágrafas, los rituales, los etnométodos que todos aplicamos en nuestra vida cotidiana…. no se asimilan también a través de una experiencia personal intransferible por lo que tiene de vivencial? Pero ¿significa eso que todo discurso sobre el saber es imposible? ¿Irrelevante? ¿Inútil? ¿Para qué estudiamos una carrera? ¿Para qué hacemos una tesis?...
También habría que considerar la sorprendente forma textual que el autor emplea en su tesis. El saludable propósito es, en principio, superar el discurso expositivo tradicional propio de las comunicaciones científicas, en el que se construye la objetividad por medio de una serie de recursos retóricos bien conocidos. Para criticar esta forma de proceder, el autor recurre a las “nuevas formas expositivas”: en ciertos momentos clave del texto aparecen varias “voces” que entablan un diálogo, se juega con monólogos interiores entrecruzados (y en ocasiones contradictorios), se recurre a las referencias de textos (del campo de la física, de la sociología, de la filosofía…), se establece lo que parece casi un discurso paralelo con las notas a pie de página… Pero la impresión global que todo esto proporciona al lector dista mucho de ser esclarecedora. Más bien parece que se trata de una caótica polifonía de interpretaciones… que precisamente viene a sacar al autor de los atolladeros argumentales en los que va metiéndose. Porque este recurso aparece siempre que el presunto discurso expositivo-objetivista parece empantanarse. Y lo que hace es explicitar las dudas y los titubeos del autor… No está nada mal, esto de sacar a flote el sustrato bullente de quien escribe, en lugar de construir un discurso opaco del cual se ha eliminado el sujeto que lo elaboró… Pero a mí me parece desconcertante, y además inapropiado. Porque lo que espero encontrar es una perspectiva, una conjetura (por aventurada que sea), un argumento, una interpretación… ¿O es que tiene que ser el lector quien saque sus propias conclusiones? ¿Acaso el autor sostiene que, dados los problemas de convivencia entre sus muchas voces, no tiene sentido aventurar “resultados”? ¿Está diciendo, como Newton en su Escolio General, eso de “hypothesis non fingo”?
Lo cierto es que para mí, educado (todo hay que decirlo) en el cuadriculado paradigma cartesiano, todo el aparato retórico empleado por el autor para poner en juego su multiplicidad de voces interiores resulta bastante decepcionante. El montaje es indudablemente brillante y efectista, pero ¿no estará ocultando tras una cortina de humo una confusión de términos, la falta de una referencia por la cual guiarse, el fracaso en la búsqueda de una interpretación alternativa y esclarecedora…?
La cosa es aún más desconcertante, porque en la última sección del texto, el autor se decide finalmente a enunciar las “conclusiones” de su trabajo. Pero antes de presentarlas, y a modo de disculpa, nos recuerda que lo hace sólo porque el formato elegido para “contar su experiencia” (o sea, una tesis doctoral) le obliga a hacerlo como requisito imprescindible. ¿Y cuáles son esas conclusiones? La primera afirma que “la ecuación de Schroedinger es un sujeto social”. La segunda sostiene que “es imposible construir una legitimación plausible del investigador social como observador de la actividad científica”.
La ecuación de Schroedinger sería un sujeto social, según Miguel Ferreira porque en sí misma “no es nada”, porque para su interpretación y comprensión hace falta haber atravesado una serie de etapas de adiestramiento formal y de interiorización vivencial de conocimiento (formalizado y no formalizado). Totalmente de acuerdo. Sólo que, aplicando estos mismos argumentos, todo tipo de conocimiento es social. El programa fuerte está servido.
Respecto a su segunda afirmación, parece que lo que el autor quiere decir es que no se puede pretender afirmar objetivamente ninguna conclusión sobre el modo en que se hace la ciencia, por varios motivos. En primer lugar, porque para comprender cómo se hace la ciencia hay que haberla estado haciendo, lo cual supondría no sólo compartir el lenguaje de la tribu, sino más bien ser un científico que se auto-observa interiorizando vivencialmente esta experiencia, analizándola a la vez desde dentro (como científico que hace ciencia) y desde fuera (como sociólogo o etnógrafo que se auto-observa) en una pirueta de desdoblamiento de personalidades peligrosamente cercana a la esquizofrenia. En segundo lugar, porque para encontrar una aproximación alternativa a la exposición objetivista de los hechos como Discurso de la Verdad, sería necesario inventar una presentación de la experiencia vivida que no recurra a las mismas trampas retóricas que estamos criticando. Como afirman las varias “voces” del autor… “ni hay métodos definitivos que garanticen la estabilidad de los resultados (…) ni existe objetividad externa fiable exenta de variabilidad interpretativa”… “en última instancia, la garantía de todo conocimiento viene determinada, para el sujeto (…) por su implicación vivencial en la práctica de construirlo”.
Desde luego, cabría cuestionar el sentido que se da en esta segunda afirmación a la expresión “una legitimación plausible”. En cualquier caso, la propia presentación de esta “tesis” parece invalidar el planteamiento del autor. Porque si la experiencia del conocer vivencialmente es personal e intransferible, lo mejor es callarse y renunciar a explicar cómo ha sido nuestra experiencia. Ahora bien, si la experiencia sí que se puede transmitir, en ese caso parece más conveniente ceñirse a un formato que resulte descifrable para el lector (y criticable también, desde luego).
Existe un serio problema con la presentación del texto de esta tesis, así como con las dificultades de base que encuentra el autor para exponer sus “conclusiones” dentro de un formato académicamente aceptable. Y este problema se trata (que no se resuelve) recurriendo reiteradamente al concepto de reflexividad. Tal y como yo lo entiendo, la reflexividad consiste en asumir de forma coherente las implicaciones de nuestra investigación sobre cómo se elabora el conocimiento, y en analizar nuestro propio discurso a la luz de estas mismas implicaciones. De forma simple y clara, se trata de un “aplícate el cuento” que los sociólogos deben asumir como parte del análisis del conocimiento que se está llevando a cabo. Sin embargo en la tesis de Miguel Ferreira el mismo concepto de reflexividad parece opaco y difuso, y podría sospecharse que se usa como un comodín para escurrir el bulto cuando las cosas se ponen feas… Cuando el discurso se convierte en un remolino autorreferencial, en una pescadilla que se muerde la cola, en un callejón sin salida… aparecen las “voces” del autor rescatándole como por ensalmo con la alusión a la “reflexividad”, se da una pirueta en el aire… ¡y a otra cosa! Personalmente no pretendo rechazar el concepto de reflexividad, que me parece esencial. Pero sí defiendo una utilización coherente y lúcida del mismo, que no lo convierta en un cajón de sastre para salir del paso cuando perdemos el hilo…
Para el paciente lector que haya sido capaz de seguir (y de comprender) las 274 páginas precedentes, el autor reserva una última pirueta. Porque en la sección final del texto aparece otro término mágico: la “transducción”. Como es característico cuando aparecen este tipo de conceptos, el autor no nos explica de forma clara y concreta qué es exactamente lo que significa. Se nos dan varias definiciones (lo cual equivale a no dar ninguna…), de forma que tras un esfuerzo interpretativo nada desdeñable llegamos a intuir que la “transducción” es algo así como una “transmisión de información con alteración del sentido” que justifica así, en el campo que estamos estudiando, la importancia de referirse al contexto socio-histórico para actualizar el significado de los textos y de las ecuaciones. Sorprendente maniobra, esta de presentar un concepto-resumen justo al final del texto. ¿Se trata de una idea revolucionaria y esencial para superar la dicotomía inducción-deducción? ¿Estamos ante un nuevo paradigma que interpreta desde la reflexividad el acto de conocer…?
Pues yo, francamente, no me he enterado. No sé si soy demasiado cuadriculado, pero este uso ambiguo y confuso de las metáforas me desconcierta. Y no es algo aislado en esta sección del texto, puesto que previamente el autor ha utilizado la metáfora de la dualidad onda-corpúsculo para comparar el ámbito de investigación en el que trabaja nada menos que con un espacio de Hilbert… ¿Se trata de un uso abusivo de la metáfora? ¿De una licencia del autor para sugerir significados nuevos? ¿De un procedimiento vistoso? ¿De un brindis al sol “por si sale”?
En este punto del texto debo reconocer que no sé si me encuentro ante una idea genial que mis escasas luces me impiden captar, o si se trata de un salto en el vacío para despistar al lector con un final pirotécnico muy aparente. Como es sabido, se trata de un recurso habitual en la literatura posmoderna. Tal vez el autor “se nos ha puesto posmoderno” para acabar y para deslumbrarnos desconcertándonos. ¡Aunque no sin antes referirse al concepto de phrónesis de Aristóteles, en el que pretende ver un anticipo de sus propios planteamientos sobre la reflexividad del conocimiento!
Una valoración personal (ampliamente criticable)
A mi juicio, el problema más interesante que plantea esta tesis es cómo emprender una crítica radical del concepto absolutista de la Ciencia como Discurso de la Verdad. Desde una perspectiva constructivista y relativista, si comenzamos negando la validez de un discurso objetivo sobre lo real, ¿qué autoridad tenemos para elaborar después un discurso “legítimamente plausible” del quehacer científico?
Tal y como yo lo veo, la respuesta que se da a este problema esencial en el texto de Miguel Ferreira pasa por recurrir a tres mecanismos. En primer lugar, tenemos una exposición textual “atípica” en la que se mezcla el discurso del autor con las múltiples voces que lo glosan y lo contradicen, para ilustrar la multiplicidad de perspectivas que convergen en el proceso de conocer. En segundo lugar, se apuesta por una reivindicación (muy particular) del valor de la vivencia personal como aspecto fundamental en la adquisición de los saberes. Y, por último, se defiende un concepto muy genérico (y a mi juicio vago e impreciso) de reflexividad, como ingrediente esencial de todo conocimiento. El resultado global es sumamente interesante y estimulante… pero a mi parecer también es decepcionante. Porque esta tesis promete más de lo que finalmente presenta. A fin de cuentas, una reivindicación del carácter esencialmente reflexivo y vivencial del conocimiento nos llevaría a reconocer que todos los saberes relevantes “hay que vivirlos”, puesto que no es posible aprehenderlos de ninguna otra manera. Aplicado al terreno de la Sociología de la Ciencia, esto supone que el sociólogo no está legitimado para decir nada relevante sobre lo que hacen los científicos. Sólo desde dentro, y viviendo lo que ellos viven, podemos hacernos una idea de lo que se “cuece” en los sótanos de la ciencia.
Esto resulta bastante frustrante. Y algo peor: si nos tomamos en serio el asunto, lo que sucede es que todo discurso sobre una realidad radicalmente diferente resulta imposible. O vivimos realmente entre los Yanomamo (es más, o somos efectivamente miembros de los Yanomamo) o no tendremos una “legitimación plausible” para hablar de sus prácticas y de sus creencias. Claro que podemos ignorar esto de la legitimación y hablar de lo que nos parezca sin legitimidad ninguna, equiparando nuestro discurso al de cualquier tertuliano. Y entonces estaremos opinando en vez de “haciendo ciencia”. La doxa sustituyendo a la episteme… Tal vez sea este el camino que en el fondo sugiere la presente tesis…
Pero yo creo que existe una alternativa. Reconociendo el relativismo y el constructivismo como puntos de partida, cabe admitir también que determinados discursos extraen su fuerza de la fe con la que los sujetos los comparten. Es una clase especial de discursos, que se ocupan de los fundamentos mismos del ser, que explican la constitución de lo real. Es el tipo de discurso característico de las ciencias duras contemporáneas, pero también es el discurso de la sociología o de la psicología, como muy bien señala Miguel Ferreira en su trabajo. Pero también es el discurso de la teología medieval, o de los mitos en los pueblos ágrafos… Es el discurso de la verdad, de aquello en lo que creemos, de aquello que nos parece imposible poner en duda, del marco conceptual dentro del cual vivimos…. ¿Cómo es posible criticar este tipo de verdades que son nuestro asidero al mundo, nuestra forma de entender todo lo que nos rodea? Y sin embargo, nos declaramos relativistas... por lo que nos dedicamos con ahínco a desmontar todos estos discursos para revelar el proceso social por el que han sido construidos y para poner de manifiesto su contingencia comparándolos con otros discursos posibles. Desde estas premisas ¿es posible elaborar un discurso legítimo sobre el conocimiento y la actividad científica? En mi opinión, cabe responder a esta pregunta con dos opciones diferentes.
La primera opción consiste en afirmar que los discursos sobre la realidad funcionan cuando un individuo los ha asimilado porque los ha experimentado como válidos y operativos en una vivencia personal. Se trata, por tanto, de referir el conocimiento a la experiencia individual, a la vivencia existencial e intransferible propia del individuo. El discurso de lo real es el discurso que cada uno de nosotros ha interiorizado de forma estrictamente personal a lo largo de sus personales vivencias. Es un proceso reflexivo y problemático, en el que se encuentran múltiples voces contradictorias y en el que el deseo de dotar de sentido al mundo puede saldarse con un fracaso, o con una convivencia incómoda entre interpretaciones opuestas de lo real… La crítica radical al presunto objetivismo del discurso científico impediría así elaborar un discurso similar desde el cual observar “objetivamente” cómo se hace la ciencia. Todo lo que cabe hacer es vivir la experiencia personalmente y operar sobre lo aprendido un proceso de “transducción” que le otorgue sentido. Y si nos empeñamos en seguir haciendo sociología de la ciencia, sabremos que será imposible “construir una legitimación plausible” de nuestro quehacer. Todo lo que cabe hacer es experimentar “desde dentro” una construcción del saber que resulte creíble y aceptable para el sujeto que está viviendo el proceso, tal y como Miguel Ferreira parece proponer.
La segunda opción consistiría en asumir que los discursos sobre la realidad funcionan cuando una colectividad se los cree. Y una colectividad se los cree cuando las instituciones que construyen y transmiten estos discursos disponen del poder y de los recursos necesarios para establecer su hegemonía ideológica y para difundir sus creencias. En este sentido, la tarea de los sociólogos del conocimiento resulta incómoda. Están convencidos de que los discursos son construcciones sociales, pero a la vez son muy conscientes de su poder efectivo en la práctica, cuando la gente se los cree. ¿Cuál debería ser su tarea? ¿Es posible construir un discurso crítico con los fundamentos del quehacer científico que no recurra a las mismas prácticas que está criticando? Yo creo que sí es posible, si procedemos en dos fases, en un proceso “de ida y vuelta”. La estrategia consistiría en jugar dentro del terreno del discurso “al modo científico”, con sus convenciones y recursos retóricos, también para criticar estas mismas prácticas en una primera fase. Y después de elaborado, publicado, difundido… comenzaríamos a jugar en el terreno del relativismo, poniendo entre paréntesis las conclusiones que acabamos de extraer, y reconociendo el carácter socialmente construido de los mismos, así como su contingencia. Como humanos que somos, necesitamos creer en algo. Como sociólogos de la ciencia que somos, necesitamos creer en los discursos que hemos elaborado acerca del modo en que se hace la ciencia (y la Sociología). Pero como relativistas y constructivistas, una vez acabado nuestro discurso, somos capaces de aceptar su contingencia y de negar su validez absoluta… aunque ello no signifique que nos lo creamos menos ni que lo defendamos con menos ahínco…
Posibles líneas de investigación para futuros estudios
Después de leer y comentar la tesis de Miguel Ferreira, se me ocurren muchas ideas de interés que podrían orientar futuras investigaciones. Las enumero aquí, un poco al azar, para que puedan servir de base a reflexiones o proyectos futuros:
- Establecer, como punto de partida en el estudio de la ciencia, una “distancia” que nos permita apreciar el carácter contingente y socialmente construido de nuestras creencias. Esta distancia puede lograrse estudiando episodios históricos alejados de nuestro tiempo, o analizando la ciencia de otras culturas (medicina tradicional, astronomía y agronomía en Mesopotamia, China, India, Egipto, Grecia…, mitologías, cosmologías, la teología medieval, los saberes sospechosos de resultar “acientíficos”, incluso el saber científico de épocas pasadas que hoy puede parecer exótico o poco ortodoxo (como la NaturPhilosophie del Romanticismo Alemán…), la “física del sentido común” o de la vida diaria del común de los mortales…
- Cabe también aproximarse al estudio del conocimiento científico teniendo siempre en mente la analogía con el estudio de las religiones. Del mismo modo que en una iniciación religiosa, en la ciencia se comienza adiestrando al novicio, mostrándole cómo tiene que pensar y de qué forma debe reestructurar su percepción del mundo, para encontrar “detrás de las apariencias”, siempre confusas y distorsionadas, la verdad de la iluminación que le mostrará el camino correcto. Si nos resulta sencillo identificar este proceso en la transmisión de los saberes místicos o religiosos, ¿por qué nos cuesta tanto percibirlos en las aulas de la facultad de ciencias?
- Rastrear las concepciones, cambiantes en el tiempo, el espacio y las culturas, de lo que es “natural”, “lógico”, “racional”, “consistente”, “riguroso”… Tomarse en serio el valor retórico de estas expresiones y analizar sus importantísimas implicaciones prácticas, en términos de éxito o fracaso de determinadas interpretaciones y concepciones del mundo. Relacionar estas categorías con las técnicas y los instrumentos de que se dispone, así como con los problemas que es lícito, posible o pertinente resolver…
- Aplicar al estudio social del conocimiento las mismas categorías y procedimientos que aplican en el análisis de otros campos sociales (y en especial del conflicto social). Sustituir el paradigma imperante (una sociología del consenso cognitivo) por un enfoque que se centre en el conflicto aplicado al conocimiento. Revelar las luchas, las conquistas y los mestizajes en el campo de las ideas. Estudiar el concepto de hegemonía de Gramsci aplicado al campo de las interpretaciones científicas de la realidad. Hacer una sociología del conocimiento que realce la importancia de la resistencia frente a un conocimiento dominante y hegemónico, colonizador y totalitario.
- Por supuesto, también tener en cuenta aspectos más “mundanos” como las relaciones entre estratificación social/género y ciencia, la creación de lealtades grupales y corporativistas, el tema de los intereses (tan importante en las disputas dentro del programa fuerte), el margen de actuación del individuo dentro de las instituciones productoras de saber científico…
- Analizar históricamente las controversias científicas, los intereses en disputa, el modo en que se dirimen y clausuran los conflictos interpretativos, la forma en que se leen los resultados de los “experimentos cruciales”…
- Análisis etnográfico de la práctica real de la ciencia, allí donde se elabora. Trabajando en el laboratorio, pero también en los despachos de la facultad o en las aulas universitarias… donde se construye el discurso oficial y académico. (Tal vez aquí sea necesario tener en cuenta ese dominio del lenguaje de la tribu, al que Miguel Ferreira otorga tanta importancia….)
- Análisis del “proceso de producción de los futuros productores de conocimiento”, como indica el autor de la tesis. Realizando un análisis sociológico y antropológico del modo en que se interiorizan ciertos saberes y prácticas (tanto formales como tácitos) Pero no está claro si esta tarea es competencia de la Sociología del Conocimiento o de la Sociología de la Educación. De gran interés resultan los comentarios de Fleck, que Miguel Ferreira cita a partir de su trabajo “La génesis y el desarrollo de un hecho científico”, Alianza 1986. Según Fleck, las ideas científicas sólo se pueden comprender en el contexto de un “estilo” en el que son iniciados los neófitos mediante una instrucción totalmente irracional, que los capacita para producir posteriormente conocimiento científico “racional”.
- Análisis del propio discurso científico, tal y como este se presenta en sus comunicaciones, artículos, libros de texto… Rastrear la construcción metafórica de conceptos, las analogías empleadas, los criterios de demarcación que delimitan las fronteras (entre lo que es ciencia y lo que no lo es, entre los campos de estudio, entre los rangos donde las ecuaciones son válidas y donde dejan de serlo…) Estudiar los recursos retóricos y expositivos que construyen la objetividad y eliminan al sujeto. El problema principal de este enfoque, como muestra Miguel Ferreira en su tesis, consiste en que nos centramos en los productos y omitimos el estudio del proceso. También es preciso saber cómo se han fabricado estos resultados, y cómo se les ha dado la forma que tienen finalmente.
- Estudiar con detenimiento los argumentos de los científicos “disidentes”, de los “herejes” que no comparten la ortodoxia del discurso hegemónico imperante. Sería, por ejemplo, el caso de quienes rechazan la interpretación probabilista de la ecuación de Schroedinger incluso hoy en día. Convendría repasar la interpretación que dan estos científicos de las controversias clásicas y de los experimentos cruciales. Es de suponer que siempre han existido estos “outsiders”, y no estaría de más hacer una historia de su heterodoxia (¿Una “historia de los heterodoxos en la ciencia”?) Y relacionar sus puntos de vista divergentes y exóticos con la emergencia de la “ciencia revolucionaria” en los periodos críticos…
- Repasar el modo en que la historia de la ciencia se amaña y se reconstruye, para convertir la complejidad de los hechos en un relato apañado listo para ser digerido por los estudiantes sin poner en peligro su creencia en una continuidad progresiva e iluminadora en los saberes por la senda del progreso… El problema básico que se omite es la inconmensurabilidad de los paradigmas, la operatividad de los conceptos y de las técnicas empleadas… Los problemas, las ideas y las teorías vienen condicionadas por nuestros marcos interpretativos y por nuestras capacidades materiales de intervención sobre el mundo. Cada etapa histórica, cada cultura, ha elaborado sus propios conceptos científicos, cargados de matices y de sutilezas intraducibles. Los conceptos de masa, de tiempo, de espacio o de energía… carecen de esa continuidad histórica que las reconstrucciones posteriores les han otorgado. Ni siquiera los conceptos más concretos, como el de número o el de círculo pueden escapar en sus connotaciones y significados al contexto sociocultural en el que han funcionado. El desarrollo de la ciencia ha consistido en renegociar el significado de estos términos y las posibilidades operativas que contenían. Un estudio de estos temas podría revelar muchas sorpresas de gran interés.
- Profundizar en esa compleja relación entre física y matemáticas que analiza Miguel Ferreira. Se trata de un aprendizaje importantísimo y no formalizado, que el alumno debe asimilar sobre la marcha, y que resulta crucial no sólo para comprender los desarrollos en el encerado o en los apuntes, sino principalmente para aprobar exámenes y pasar de curso (algo a lo que el autor de la tesis no otorga, a mi juicio, la importancia que merecería). De gran interés en este sentido son las “idealizaciones” matemáticas que sirven para representar hechos científicos. Cuando conviene, estas representaciones se consideran idealizaciones de entidades que no existen en el mundo real, y sus propiedades chocantes y contradictorias se despachan sin problemas precisamente por tratarse de modelos irreales (como ocurre, por ejemplo con las ondas planas). Otras veces (como cuando tratamos con un paquete de ondas), la compleja descripción planteada se considera un modelo válido de la realidad física, y el alumno se ve obligado a manejar las dificultades matemáticas tomándoselas en serio. El físico impone, así, constricciones arbitrarias a los discursos posibles en su propio lenguaje matemático. Las imágenes posibles de la realidad son obligadas a ceñirse al discurso previamente elaborado, que es quien determina cuándo debemos ser rigurosos y cuándo podemos obviar las complejidades matemáticas en cuestión. En este sentido resulta también muy interesante analizar cómo son tratadas las aproximaciones en casos complejos, las soluciones numéricas, las series de potencias, los términos “irrelevantes” o “despreciables”, las “soluciones sin sentido físico” de las ecuaciones…
- Estudiar con detalle cómo se utilizan las metáforas para elaborar y transmitir conceptos en la ciencia. Esto plantea un problema esencial para al alumno (o para el “extranjero” que pretende estudiar a los miembros la tribu”), porque cuando no se domina el lenguaje científico es todavía posible apreciar la tensión conceptual asociada al uso de la metáfora. Se experimenta una confusión conceptual porque aún no se tiene claro cuál es el rango en el que las representaciones metafóricas han cristalizado en conceptos técnicos vacíos de connotaciones accesorias. El alumno percibe aún todo el contenido “poético” o “creativo” de un término sacado de su contexto habitual, pero aún no ha asimilado el significado preciso e instrumental con que lo utilizan los nativos. Esto es claramente perceptible en muchos términos mencionados en la tesis, como el de “espacio”, por ejemplo.

7 comentarios

Rafael Casado Ortiz -

Pero bueno, quizás el debate con relación a lo que es tu preocupación (también mía), no está aquí. Tal vez, habría que mirar más en cómo hemos llegado con la “moderniadad” y la “racionalidad” a la consolidación de la razón y del pensamiento positivista, y cómo hemos evolucionado desde el pensamiento mítico y místico hacia el pensamiento científico.

Piaget, precisamente, en su epistemología genética, habla de "maduración" del pensamiento colectivo, sosteniendo que las cosmovisiones holísticas son sustituidas por un pensamiento "analítico" y "cuestionador". Sin embargo, en esta etapa de "modernidad radicalizada" --que no postmodernidad como diría Giddens-- esa confianza ilimitada en la ciencia y la técnica no sólo no está sirviendo para resolver los problemas del hombre en su relación con la naturaleza para conquistar finalmente la felicidad plena, sino que está generando más "incertidumbres" si cabe. Giddens sostiene que más bien esta “modernidad radicalizada” esta creando un mundo “espantoso y peligroso”. Mi pregunta sería, pues, cuándo un pensamiento realmente postmoderno que nos libere de las supuestas “virtudes” de la ciencia y la técnica de la modernidad.???? Cuándo vamos a pensar realmente acerca del pensamiento con el que pensamos???

Perdona por el rollo, pero quizá así los “palos de ciego” acaben arrojándonos alguna luz para continuar construyendo conocimiento “deconstruyendo” el conocimiento mismo. Parece un disparate, pero no lo es ;-)

Un abrazo // rafa casado

Rafael Casado Ortiz -

César, de entrada, con esta aclaración, me parece que estás ante un gran desafío. Lo que planteaba, en efecto, es un aspecto insignificante dentro del contexto en el que te quieres mover. Sin embargo, como tú misnmo reconoces el "aprendizaje signicativo" y todo ese enfoque construtivista de los aprendizajes, no sólo representa un cambio de paradigma importante en términos de aprendizaje y cambio, así como en la transferencia y contrucción de conocimientos, sean éstos de la índole que sea. Lo que quería manifestar era la indiferanciación de los conocimientos a aprender y poner el foco en el "aprender a aprender" basándome en estas estrategias construtivistas del aprendizaje. Tienes toda la razón al clasificarlas de "gerencialistas" que pretende "optimizar" el conocimiento como "capital humano. Pero, no comparto tanto que este enfoque sea "aproblemático" y "consensual". Insisto en que el "construtivismo" representa un cambio de paradigma pedagógico no del todo aceptado y desarrollado por las instituciones y profesionales tradicionales del saber. Tampoco comparto, si bien el "consenso" acerca de los nuevos conocimientos adquiridos es fundamental, aunque también digo coyuntural y/o contextual, por no decir provisional, éste se produce como resultado de un "conflicto cognitivo", individual y grupal. (sigue...)

César -

Bueno, Rafa, a ver cómo te respondo... Todo esto del aprendizaje significativo, del profesor como mediador, de la zona de desarrollo próximo... está muy requetebien, y yo mismo he tenido que asimilarlo para ganar mi plaza de profesor de secundaria. De hecho, lo aplico en el aula cada día (o eso es lo que intento). Pero mis comentarios sobre la sociología de la ciencia van por otro lado... ¿cómo diría yo?... más radical...

En tu forma de exponer el tema aprecio (no sé si me equivoco) una perspectiva consensual sobre el conocimiento, a la cual aplicas una visión de "gestión". Es decir, parece que cuando planteas tus proyectos de formación y educación en nuevas tecnologías, estás de hecho asumiendo una visión esencialmente moderna, progesiva, acumulativa del conocimiento. O sea, que la ciencia y la técnica ofrecen un discurso válido y positivo acerca de la realidad, porque incrementan nuestra "biblioteca" de saberes sobre lo que es verdadero. Así, la educación consistiría en transmitir a los alumnos la capacidad de asimilar este conocimiento para que lo puedan utilizar en su vida (y mejor si lo hacen de forma crítica...)

No está del todo mal, y de hecho es (como ya te he comentado) lo que yo intento hacer cada día... Pero en el fondo, lo que me interesa de la sociología de la ciencia y de la técnica es el carácter contingente, construido, retórico y discursivo del saber científico-técnico. De hecho, lo que critico a fondo es ese carácter consensual y aproblemático de la acumulación progresiva de saberes. Como comento en el texto, creo que sería mucho más fructífero (y para mí mucho más refrescante) analizar la actividad científica y técnica como esencialmente conflictiva. Por eso, cuando no estoy dando clase y me puedo permitir el lujo de pensar, tiendo a sospechar de la visión "gerencialista" que pretende "optimizar" el conocimiento como "capital humano". Este enfoque, a mi entender, está cargado de ideología, y presupone una concepción del saber que es precisamente la contraria de la que yo (a tientas, y dando palos de ciego) intento explorar.

Pero nos queda mucho por debatir. Me parece que esto puede ser el comienzo de una gran amistad (a muchas bandas, espero)... Aguardo tu opinión sobre el asunto.

Saludos

Rafael Casado Ortiz -

Es una nueva concepción del aprendizaje, más comprensiva, funcional y que permite al aprendiente memorizar comprensivamente los contenidos que se transmiten en el aula, y que le van a ayudar a establecer redes de significados que le servirán para controlar mejor su vida, sus significados y la forma de acceder a nuevos conocimientos.

La mayoría de las personas tienen un potencial para desarrollar habilidades de pensamiento mucho más eficaces que las que utilizan normalmente. Saber esto nos obliga a intentar enseñar estas habilidades. Enseñar a “aprender a aprender” nos acerca a las nuevas concepciones del aprendizaje.

El aprendizaje significativo se encuentra en esta línea y todos los que nos dedicamos a la educación/formación debemos trabajar en ella de forma constante para conseguir adaptarnos a la sociedad cada vez más compleja a la que nos enfrentamos. Las empresas son cada vez más dinámicas, las tecnologías quedan pronto obsoletas y nuevas tecnologías más complejas aparecen en el mercado. Si las personas no disponemos de estructuras de pensamiento firmes, rápidamente nos convertiremos en “analfabetos” en esta nueva sociedad del conocimiento. ¿No te parece?

Rafael Casado Ortiz -

Cómo "Transmitir conceptos en la ciencia", dices... pues recurriedno al aprendizaje significativo

El aprendizaje significativo es un constructo que muchos profesionales de la educación conocen y llevan a la práctica. Esta manera de concebir los aprendizajes supone un cambio con respecto a la forma de transmitir conocimiento que se venía practicando hasta ahora, ya sean matemáticas, física y química (ciencias), literatura, sociales... (humanidades).

Rafael Casado Ortiz -

César, tengo un comentario casi nuclear a todo lo que expones, especialmente a todo los relacionado con los aprendizajes, ya se trate de ciencias ya sean humanidades.

ruben -

Está muy bien la iniciativa. No te preocupes por su pertinencia: es plenamente adecuada para los objetivos de este espacio. Ahora a leer y a comentar (todavía estoy dándole vueltas al proyecto de Edgar :)

nos leemos. ciao!