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El que faltaba...

El que faltaba... . Aquí estoy compañeros, ya plenamente integrado en la secta publicando como uno más...Puesto que el otro dia hablé con algunos de vosotros de mi nefasta opinión sobre la docta institución que nos acoge, os enchufo un trabajillo que presenté hace un par de años en el que vuelco vengativamente todas mis quejas...Le he echao un vistacillo (no se trata de la versión definitiva que entregué, perdida en la deriva de los tiempos olvidados, sino de un borrador casi definitivo que puede hacer "las veces de") y creo que merece ser revisado a conciencia; suscribo casi todo lo que en él digo pero lo ampliaría y afilaría por varios vértices...así pues, sugerencias, agresiones e insultos serán agradecidos o despreciados por mis partes con suma educación . Animaos criaturillas, que si sacamos algo nuevo de esto se lo subimos a nuestro decano vestidos de talibanes y se lo metemos por el buzón!!!!
Siempre dispuesto, Dani

LA UNIVERSIDAD

Introducción

El presente estudio tiene como objetivo hacer patentes los problemas de la universidad. Como estudiante aún en activo me encontré en el proceso de gestación y aún sin orientación clara para la investigación con un fenómeno que pedía atención a gritos: la generalizada desmotivación y falta de confianza en la universidad por parte de los estudiantes. Ésta tendía un hilo argumental coherente con lo que individualmente percibía, llevándome a centrar el estudio en nuestra propia facultad de ciencias políticas y sociología, buena representante, por añadidura, de la precariedad y el desfase estructural-funcional que definen, creo, actualmente a la Universidad española.
Parto de este modo de la idea de que ese clima de apatía generalizada entre el alumnado, viene causado por la disfuncionalidad de la Universidad. Estamos inmersos en una Universidad que no funciona.
Según la nueva e inminente L.O.U. “son funciones de la Universidad al servicio de la sociedad:
- La creación, desarrollo, trasmisión y crítica de la ciencia, de la técnica y de la cultura.
- La preparación para el ejercicio de actividades profesionales que exijan la aplicación de conocimientos y métodos científicos y para la creación artística.”

Sin embargo la realidad descrita por los que la viven día a día difiere enormemente. La Universidad no cumple ninguna de estas dos funciones sociales: ni nos prepara para la próxima inserción en el mercado de trabajo, ni nos enseña una mirada crítica de la realidad social; fallan tanto el sistema y métodos de enseñanza como la preparación laboral. Existe un déficit de una educación crítica para los alumnos; tenemos conocimientos aislados que no sabemos traspasar a la realidad ni a la práctica. Somos consumidores de datos inutilizables en nuestra vida cotidiana. Esto es a su vez causa de un desconocimiento total, tanto de los alumnos como de las propias empresas, de cuáles son las salidas laborales de nuestra interminable carrera. La formación de los jóvenes para su incorporación al trabajo es, sin lugar a dudas, en la sociedad actual (y siguiendo su lógica), la función más importante de la Universidad. Aunque desde una u otra perspectiva puedan considerarse otros cometidos de la educación, el hecho es que la organización y el funcionamiento de la Universidad están básicamente determinados por sus funciones de capacitación y socialización para el trabajo.
Sin embargo nuestra Universidad, nuestra Facultad de Sociología, olvida su función práctica, al igual que la teórica, y nos abandona en una situación de descontento y desconcierto donde no sabes ni el por qué, ni el para qué de lo que haces. Ésto genera una situación en la que puedes pasar cinco años en un campus y salir de él sin haber aprendido nada y con un título bajo el brazo. Además, lo cual es peor, ésta desvalorización de la carrera lleva a la asunción por parte de toda la comunidad universitaria de la normalidad y el beneficio que la ley del mínimo esfuerzo aporta, llevando a una especie de pacto tácito por el que nadie exige más de lo que le dan y así nadie le exigirá en esa medida. Pero, cómo dice Ortega y Gasset, si bien es imposible que el buen estudiante medio consiga ni remotamente aprender de verdad lo que la universidad pretende enseñarle, “UNA INSTITUCIÓN EN QUE SE FINGE DAR Y EXIGIR LO QUE NO SE PUEDE EXIGIR NI DAR, ES UNA INSTITUCIÓN FALSA Y DESMORALIZADA”

Mi propuesta de cambio abogaría así por una Universidad crítica en la cuál se utilice un método comprensivo para la enseñanza, y donde se pongan en práctica los conocimientos adquiridos. Una Universidad que funcione. Que las palabras de la L.O.U, sobre las funciones de la Universidad, se lleven a la práctica y no se queden solo en el retórico, casi poético, papel del B.O.E.(si es por buenas intenciones, hasta en los planes educativos del franquismo se plantearon medidas como las aquí propuestas).

El alumno en la universidad: el reto del aprendizaje

La primera función que debe cumplir la Universidad es, como ya hemos visto, “la creación , desarrollo , transmisión y crítica de la ciencia, de la técnica y de la cultura”. Pero la realidad nos muestra que en nuestra facultad ésto no se lleva a cabo.
Nuestro sistema educativo funciona con profesores que dan asignaturas de contenidos inconexos y descoordinados, de manera que nuestro aprendizaje se limita a memorizar materias aisladas y sin sentido. Además carecemos de una base teórica que nos ayude a unir estos conocimientos para poder llegar a un conocimiento crítico y reflexivo. Conocemos nombres de autores y qué dice aquella teoría, pero no sabemos cual es el pensamiento o la evolución de estos teóricos de la sociología. En este punto radica uno de los grandes déficits educativos de la carrera. En los últimos años las asignaturas relacionadas con la epistemología, la filosofía de la ciencia y su comprensión están desapareciendo de los planes de estudio. El alumno se ve así desprovisto de una educación en el aprendizaje y el conocimiento que le permita dar sentido a toda la información que recibe. Sin una reflexión en torno al propio desempeñar del sociólogo, a su papel en la sociedad desde la posición del científico que la estudia, parece bastante difícil que el alumno pueda trazar un proyecto (de vida, de carrera, de intereses) con objetivos coherentes .Nadie nos explica por qué estudiamos, no se nos ENSEÑA A APRENDER, lo que acaba siendo la principal causa de desestructuración del conocimiento. El estudio del método y la práctica científica, auténtica base de la libertad a la hora de tomar posición en el amplio mundo de la ciencia, nos han sido vedados en base a una (implícita) absoluta confianza en que ya no pueden ser perfeccionados, siéndonos explicados como mágicas fórmulas que nos llevan a la solución directa de los problemas.
El principal motor de avance de la ciencia, su provisionalidad, la educación en la crítica al legado histórico recibido que mantenía tensa la cuerda a la espera de un nuevo hito que superase el anterior, ha pasado a un segundo plano a favor de una educación más práctica que no es tal. Y eso supone la más desafortunada decisión que se podía tomar para los futuros científicos y, en consecuencia, para la sociedad que los demanda, pues nos mete de lleno en un debate estéril en torno a la necesidad de una enseñanza utilitarista o una comprensiva cuando la una va implícita en la otra. Si se fomentase una educación más considerada hacia el que la recibe; que apelase más a su responsabilidad y capacidad de decisión en su propio aprendizaje; que educase en el HACER, que es como se aprenden comprensivamente las cosas (dice un proverbio chino: “olvido lo que oigo, recuerdo lo que veo, aprendo lo que hago”), la utilidad, el entendimiento de la propia actividad y por lo tanto el saber trabajar, vendrían solos. El alumno llega a saber que sabe a través del esfuerzo y la experiencia, y esa es una ruta de trabajo sacrificada (cuando trabajamos, sabemos lo que nos ha costado conseguirlo) pero gratificante, pues es cuando uno sabe que ha trabajado y es consciente de su fuerza.
No solo debemos ser especialistas en una materia, lo importante es que sepamos qué hacer con los conocimientos adquiridos. Por eso es importante que el profesor ocupe un puesto referencial, orientador, teorizador y contrastador, dando al alumno el timón (paulatinamente) de su propia enseñanza (Docente y discente, con ciencia y sin ciencia, he aquí la dicotomía que limita la educación. El que tiene ciencia, ¿ya no aprende?, y el que no la tiene,¿solo escucha?. El mundo del aprendizaje es uno sólo y no es preciso ni conveniente contemplarlo tan disociado si se aspira a conseguir resultados satisfactorios para ambas partes).

El aprendizaje de la Sociología debería comenzar con una explicación de qué es la propia Sociología. Sin embargo nuestra andadura por la Universidad comienza con la adquisición, siempre temporal, de conocimientos parciales que no nos ayudan ni nos indican qué es ser sociólogo, ni que función debemos cumplir en la sociedad. Nos vemos aturdidos por un cúmulo asignaturas desconectadas que sirven de muy poco en la investigación sociológica. Además, este proceso de asignaturización del conocimiento, y esto es lo más triste, más que a incapacidad para integrarlo coherentemente y a la incomunicación entre departamentos(factores ambos de gran importancia), hiede a venta de libros(es una opinión muy personal y no aplicable a todos los casos, pero basada en los numerosísimos ejemplos que llevo viviendo como estudiante en cinco años de carrera...si alguien tiene una explicación mejor le ruego que se ponga en contacto conmigo)
Por otro lado, los métodos más extendidos y utilizados por lo profesores para dar las clases se limitan a un mero “dictado” mientras los alumnos toman apuntes. No existe conversación ni diálogo en la relación profesor-alumno, uno habla mientras otros escuchan. Las clases se transforman en un monólogo unilateral, por parte de los profesores hacia los alumnos sin dejarles resquicios de participación ni de diálogo. No nos enseñan en una conciencia crítica, nos enseñan para reproducir conocimientos no para producirlos.
La función primera de la Universidad fue además de la difusión de la ciencia la de desempeñar el papel innovador de la ciencia; hacer ciencia. Sin embargo en la Universidad no hay ningún resquicio para la innovación, nuestros movimientos están limitados a estudiar lo que ya está escrito. Todo se basa en una pretenciosa muestra de saber en forma de clase magistral que no es tal. Se ha perdido el concepto innovador de ésta. El profesor simplemente parece haber leído antes que el alumno los contenidos que imparte, pudiendo en muchos casos ser sustituido por una cinta .Sería en ese sentido interesante su recuperación a cargo de profesores cualificados para ello (no todos lo están) que hiciesen de ella un espacio para el debate de la actualidad (científica, política-social...) que regenerase la interlocución en las aulas. Significaría enriquecer desde todos los frentes, aprender enseñando y enseñar aprendiendo, revalorizándose el sentido de asistir a las clases. Más aún si en ese sistema éstas desempeñasen el escenario de puesta en común de todo un conjunto de conocimientos adquiridos previamente por el alumno mediante lecturas(en los libros está la auténtica libertad del conocimiento, y no sólo a nivel de estudios; resulta frustrante ver lo poco que lee la gente actualmente) y supervisadas por el profesor desde las tutorías , de modo que la asistencia dejara de ser un mero trámite rutinario e involuntario, y la labor en casa y en grupos de trabajo cobraran otra importancia. Aunque quizás esto es pedir mucha implicación a unas partes afectadas (profesores y alumnos) que se encuentran sumidas ya desde hace tiempo en un conformismo que se justifica en las dificultades estructurales (masificación en las aulas , falta de presupuestos...), sí que existen propuestas en ésta línea ( que se puede sintetizar en dos términos: autonomía y tutorización) desde distintos frentes: Algunos métodos proponen la evaluación del alumno a partir de proyectos de investigación para potenciar la capacidad de pensar y dejar una mayor autonomía al alumno. De esta manera se busca que el estudiante sea una persona reflexiva y preparada que pueda examinar de manera crítica los datos. Por otro lado está la organización de las clases a partir de los grupos de discusión. De esta manera, el trabajar con otros durante el curso, aumenta la calidad de la enseñanza. Se constituye un espacio de intercomunicación y confianza donde la relación entre profesor y alumno es de diálogo. Así aumentará la autonomía del alumno ya que es él mismo el que se hace cargo de su propia enseñanza. La figura del profesor pasa a ser la de mero observador y orientador de la evolución de cada alumno. El trabajo cotidiano y la experiencia proporcionan una manera de aprender el método de aproximaciones sucesivas y de prueba y error, con cierta sistemática metodológica.

La evaluación de los alumnos a través del sistema de exámenes contribuye también a la reproducción de conocimientos. Memorizamos para el examen sin comprender el contenido de las asignaturas, somos meras máquinas que repiten lo dicho por el profesor para el momento del examen. Se valora así el conocimiento de todo un año en una situación extrema y absurda ,imposible para sus pretensiones. Giner de los Ríos, en 1902(!), ya se pronunciaba en esta línea con respecto al sistema de evaluación por examen:
”Los profesores, a veces por falta de vocación, o de la satisfacción interior consabida, o por la idea que nuestra organización les sugiere de que sus deberes terminan con explicar a sus discípulos lo necesario para el examen, y allá se las verán unos y otros, sin entrometerse en educarlos...” “ ...auxilian sin quererlo ese tedio que la mayoría de la juventud siente por la mayoría de sus clases obligatorias. Ese tedio difícilmente nace en aquellas que elige libremente”...”sin duda, la expectativa del examen sostiene en el alumno el temor al juez, de quien puede depender la prolongación de su carrera”
Esto afecta, según explica, tanto a la relación profesor-alumno ,como al mismo espíritu del estudio, que ya no se dirige a conocer aquello que interese por los propios medios e intereses, lo cual permite la asunción y comprensión propia de los conceptos estudiados (así como una cierta creatividad en torno a ellos), sino a aprender lo que para el fin del examen importa.
Así pues, ni los métodos ni el sistema funciona de tal manera que se cumpla el primer deber del que habla el B.O.E. En nuestra Universidad nada contribuye a la creación, desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, la técnica y la cultura. No nos enseñan a crear, desarrollar, transmitir ni criticar, simplemente a reproducir lo ya escrito dejando de lado cualquier innovación o propio desarrollo del individuo y su conocimiento. Pero, ¿y el papel que desempeña en la sociedad?,o, más interesado ¿qué papel nos permite desempeñar en la sociedad?

El mundo exterior

La segunda función que aparece en la nueva Ley de Organización de Universidades dice que la Universidad debe cumplir la función de “ preparar para el ejercicio de actividades profesionales que exijan la aplicación de conocimientos y métodos científicos y para la creación artística.”
Sin embargo nuestra Facultad se caracteriza por un desconocimiento total de las salidas laborales y de cuál es el trabajo de debe desempeñar el sociólogo en una empresa. Se sale de una carrera de cinco años sin la preparación necesaria para la inserción en el mercado laboral. Existe un ambiente generalizado de desidia e insatisfacción, provocado por la extendida “certeza” de que nuestra carrera no va a servir para la consecución de un trabajo acorde a estos estudios.

La falta de practicas durante la carrera contribuye a que los alumnos licenciados tengan que buscarse otras posibilidades que incluir en su currículo (Masters), para la obtención de un puesto de trabajo conforme a las capacidades y conocimientos adquiridos. La carrera se ve como un mero complemento que necesita de otros estudios para poder desarrollarse en el mercado de trabajo. Esto, por otra parte, confirma la idea de una educación superior sólo para las élites económicas. Me explico: hasta los años setenta la universidad en España resultaba inaccesible para una mayoría de la población, muy poca gente tenía una situación económica lo suficientemente holgada como para permitirse dilatar cinco años más la entrada al mercado laboral(de hecho la gran mayoría de los que accedieron compaginaban ambas actividades), con lo cual el que acababa una carrera no tenía grandes problemas para encontrar un trabajo ( un buen ejemplo serían las primeras generaciones de estudiantes de periodismo: al inaugurar su disciplina, los Gabilondos y compañía empezaban a trabajar en los medios incluso antes de terminar su carrera, ahora todos ellos son los capos de la información en éste país). Sin embargo, a partir de los años ochenta, asumiendo las familias españolas que el mundo moderno y cualificado que esperaba a sus hijos exigía asimismo para desenvolverse un currículo de alta cualificación ( y dándoles así un privilegio que muchos de ellos no tuvieron), el acceso a las aulas se masificó, normalizándose la posesión del título universitario. Por ello los implacables mecanismos del mercado para seleccionar a los mejores nos llevan a la actual situación en la que sobreviven los que tengan una serie de títulos adicionales, imponiéndose de nuevo un poderoso filtro económico: el precio medio de los masters más valorados resulta inabarcable para un estudiante de recursos económicos medios.
En ésta línea, Breis, Balibrea y Solano, en orden a su estudio sobre los orígenes sociales de la población universitaria exponen:

“la entrada en la institución superior no se caracteriza por la igualdad de oportunidades en cuanto a acceso, que aunque existente en teoría, lo es menos en la practica, ya que el origen social y el sexo del alumnado, factores asociados a su capital cultural y las expectativas resultantes, determinan la elección del nivel (diplomaturas y licenciaturas) y la rama de enseñanza.”

. Las últimas noticias en torno a esta cuestión tampoco dan muchas razones para el optimismo: el diseño de Espacio Europeo de enseñanza superior, si atendemos a la declaración de bolonia de 1999( los encuentros siguen desarrollándose; el último en Berlín este mismo Septiembre del 2003) hablan de tres medidas básicas de las cuales dos, el sistema de crédito europeo ( con una aportación ,a priori, interesante: la enseñanza descansa en el alumno y por lo tanto los créditos ya no computan un número de horas asistenciales, sino de horas de trabajo y estudio. Tendrá que concretarse para valorarlo) y el suplemento europeo al título, pueden considerarse tecnicismos sin más( o no ), pero el tercero, la reestructuración de los títulos universitarios a un sistema de dos ciclos en toda Europa( primer ciclo de grado de3 ó 4 años y 60 créditos por año; Segundo ciclo de máster entre 60 y 120 créditos y de uno a dos años), resulta mucho más sospechoso. Por la información a la que he tenido acceso, da la impresión de que bajo ese tecnicismo nos están colando un modelo de universidad y, como siempre, decidido sin debate, desde arriba( burocracias de Bruselas). La cuestión resalta mucho más cuando lo que está a debate es precisamente la institución de pensamiento y generación de ideas más genuina que hay en la sociedad occidental; aquella que está llamada a realizar la crítica en la sociedad. Y es que, con un sistema así, nos están vendiendo un sucedáneo de tercer ciclo de formación profesional accesible a todos (es uno de los objetivos) que degrada la universidad o su teórico papel actual, y un segundo ciclo al quee se trasladan las mejores enseñanzas de la tradición universitaria pero que se convierte una vez + en filtro elitista?(parece que responde una vez más a un sistema caro compensado con becas). Quizás este análisis es algo precipitado, pero da la impresión de que se ha desaprovechado una gran oportunidad.

Pensar en las metas de la educación consiste en plantear un ideal humano y un ideal de la vida social
La universidad, analizada como un subsistema social, debe generar múltiples relaciones e interacciones, funciones y reproducciones... En un contexto temporal determinado y para la sociedad en la que se inscribe. Una institución que suministre especialistas a un mundo laboral cualificado.

Al comenzar la investigación surgían cuestiones como : ¿Quién resulta beneficiado en el proceso universitario? ¿Al servicio de quién está la universidad? ¿Quién es el cliente en nuestra educación?.Ortega y Gasset, cuyas ideas han dado sin duda gran vigor a mi inspiración para éste trabajo, dio respuesta hace ya muchos años a éstas cuestiones:
“En la enseñanza hay tres términos: lo que habría que enseñar – o el saber -,el que enseña o maestro y el que aprende o discípulo. Pues bien; con inconcebible obcecación, la enseñanza partía del saber del maestro”...”.En la construcción de la universidad, hay que partir del estudiante, no del saber ni del profesor. La universidad tiene que ser la proyección institucional del estudiante, cuyas dos dimensiones esenciales son: una, lo que él es: escasez de su facultad adquisitiva de saber; otra, lo que él necesita saber para vivir”

Sin embargo, en muchas ocasiones la universidad nos aparece como una institución al servicio de sí misma (no al servicio del estudiante ni al de la sociedad), caracterizada por un discurso unidireccional donde nadie tiene nada que decir. Una institución cerrada que niega la comunicación dentro y hacia fuera, que resuelve los problemas cambiando de plan de estudios (reestructuración de plantilla), que sólo asegura el empleo puertas adentro, y que no aporta más que requisitos y tipologías. Entre el sistema disfuncional y la disfunción sistemática. Y es que, siguiendo con Ortega:
”la escuela, como instituto normal de un país, depende mucho más del aire público en que íntegramente flota que del aire pedagógico artificialmente producido dentro de sus muros. Sólo cuando hay ecuación entre la presión de uno y otro aire la escuela es buena”
En el contexto de una sociedad postindustrial, los principales recursos de la nueva economía se materializan en el conocimiento y la organización. En está economía - ...caracterizada por la capacidad para optimizar el uso de la información en orden a producir conocimiento mediante conversiones del propio conocimiento. (Espina, 2000) - la creación de empleo dependerá fundamentalmente de la capacidad de innovación tecnológica.Este creciente cambio tecnológico de la sociedad moderna requiere sucesivos ejércitos de especialistas y expertos. Lo que implica la expansión y la especialización del sistema de enseñanza. Así, la educación no sólo adquiere una relevancia de primer grado, sino que se hace instrumental y dependiente de la economía.
Incorporarse a esta nueva economía requiere, por lo tanto, diseñar y aplicar una estrategia para disponer en cantidad adecuada de recursos humanos especializados en innovación y tecnología. Zygmunt Bauman nos advierte de la nueva situación del mercado de trabajo cuando resalta la escasez de trabajos de vocación; los empleos permanentes, seguros y garantizados son ahora la excepción. Ahora el lema es la flexibilidad, que se traduce en la constante disposición a cambiar de función y trabajo (o como suele decir un amigo con cachondeo, consiste en rellenar la casilla del cuestionario del INEM referida al perímetro esfinterial). Rotger i Cerdà aporta por su parte:
“Si algún elemento caracteriza a la enseñanza superior, muy por encima de otros aspectos, deberíamos decir que es el de conseguir capacidad de auto-aprendizaje dentro de un determinado campo de conocimiento: Hacer que los individuos sean capaces de continuar aprendiendo de forma autónoma y utilizar los instrumentos a su alcance”…”Hemos llegado a un punto en que el aprendizaje es ya una tarea a llevar a cabo a lo largo de toda la vida, de forma permanente. Lo que se certifica mediante una titulación en una universidad o un centro de enseñanza cualquiera ya ha dejado de ser un título que asegure la posesión del conocimiento de una ciencia o un arte sino, más bien, en el mejor de los casos, un certificado de iniciación, de aprendiz; un diplomado, un licenciado, e incluso u doctor ya no es más que un aprendiz cualificado, un aprendiz con capacidad de aprender autónomamente.”
Así pues, siguiendo a Carballo y aplicando esto a la metodología de las aulas, lo que deben aprender los estudiantes y les va a posicionar como buenos profesionales para el futuro no es tanto lo que sepan como especialistas en una materia como la manera en que sepan combinarlo en cada momento, y esto es algo que depende de su método interno, de su capacidad de gestionar su propio aprendizaje y también de su actitud. No hay que preguntar las preguntas de los libros, sino situaciones reales que es preciso afrontar con decisión y con un “saber hacer” que consiste en ubicarse correctamente y colocar nuestro conocimiento en la forma y en los lugares adecuados.
La facultad de ciencias políticas y sociología de la Complutense muestra carecer por completo de estrategia alguna en orden a cubrir algún objetivo más allá del de mantener (sostener) la institución, resultando una dinámica de formación sometida a grandes desfases. Como afirma Peter F. Drucker:
“...raramente solemos preguntarnos ¿qué resultados produce esta escuela’ o ¿qué resultados debería producir? Por que la educación es hoy demasiado cara como para no rendir cuentas del uso que hace de los recursos.”

Nosotros, la comunidad educativa al completo, sí debemos preguntárnoslo, y añadir también los costes en tiempo (más valioso que el dinero) que consume este determinado sistema. Para Drucker no hay estudiantes tontos o listos, sino sólo estudiantes que “triunfan” o “fracasan”, y ambas cosas son responsabilidad de la escuela; de modo que lo que hay son escuelas que triunfan y escuelas que fracasan. Esto se ha puesto de manifiesto desde el momento en que la escuela ha comenzado a perder el monopolio educativo tradicional, en una sociedad en la que el conocimiento empieza a ser el principal recurso y es accesible desde otros ámbitos. La educación continua (aquellas actividades de formación que se llevan a acabo después de la formación reglada que se imparte en el sistema educativo, Roger I Cerdá dixit) aún así encuentra en las universidades las instituciones que están en mejores condiciones para llevarla a cabo y contribuir de la forma más eficiente a la formación a lo largo de toda la vida. La razón es evidente, ante una demanda de enseñanza actualizada, ¿qué mejor institución que la que origina toda innovación?… Ello, sin embargo, obliga a las universidades a plantearse claramente cual es su ámbito específico de competencia, cuales sus recursos y cuales son los rasgos de excelencia de su actividad (en España, el autor del “Informe Bricall” ha sintetizado esta percepción afirmando que si la universidad no se reforma a sí misma, será el mercado quién lo haga)
“Esta sociedad exige hoy a la universidad que se comprometa con sus resultados, que establezca unos umbrales mínimos de rendimiento y que se responsabilice de ellos, como simple contrapartida a los recursos que le aporta la sociedad” (Drucker, 1993).
No se trata sólo de rendir cuentas a la sociedad que corre con sus gastos. El principal problema no es la ausencia de diálogo con el exterior sino el entorno de total incomunicación en le que interactúan los cuerpos docente y estudiantil. Este clima de aislamiento y atomización es en esencia la primera causa que explica las sistemáticas disfunciones de “nuestra institución”. Sin embargo lo importante no es el sistema impuesto desde arriba, que siempre se caracterizará por no estar a la altura de la realidad que desconoce, es lo que se haga desde abajo, o desde dentro.
Los planes de estudios los aprueba la universidad pero son formulados por la facultad correspondiente. Cuando se promueven cambios de plan observamos que los contenidos no cambian sino que se adaptan a la nueva forma; los profesores responden con la defensa de sus propios intereses. Surge el corporativismo. En este contexto corporativo, cuando son los interesados los que estructuran los planes, no existe un debate de ideas, lo que tenemos es un conflicto de intereses.
Y entre tanto debate en tantos niveles la universidad se pudre como la madera vieja, y pierde cada vez más el papel renovador que, se supone, una vez representó en la sociedad. En un momento político de gran represión de lo divergente, de conservadurismo dogmático e ideas absolutas y dualistas del mundo, la institución universitaria (y mucho más las carreras de humanidades) debería tratar de aportar reflexión y perspectiva a las luchas de discursos (violentos, en última instancia: la razón la tiene quien más poder tenga a la hora de ejercer la violencia); la sociología y los futuros sociólogos asumir en su manera de enfrentarse a su disciplina que lo político no es nada diferente a comprometerse con la realidad, comprometerse al estudiarla, y estudiarla para poder transformarla. La inexistencia de praxis (conciencia + acción) es lo que nos convierte en seres fragmentados, el profesional escindido del sujeto de cambio. Habría que empezar a animarnos a cambiar las formas que ciñen y reprimen los contenidos, habría que cambiar los contenidos que nos imponen una forma y, al menos, tratar de revolucionar esta realidad que se nos presenta como indomable, que es así, hasta casi natural. Y nadie lo hará por nosotros.
Hasta que no se inserten los estudiantes en el proceso de diseño de los planes y métodos de estudio, no podremos esperar que este sistema educacional funcione correctamente. Y hasta que no avancemos con nuestra esfera doméstica no podremos extender la acción en un sentido crítico hacia el resto de capas de la sociedad. La posibilidad de una universidad crítica, con mayor autonomía (entendida como responsabilidad) para el estudiante; con una comunidad educativa (incluyendo a la pre-universitaria) cohesionada y dialogante; con un estudiantado activo e implicado con su mundo, que discuta y se pronuncie sobre la actualidad de cada día, sobre sus planes de estudio …parece lejana, pero no es ni mucho menos una utopía. La realización de numerosas entrevistas unida a la gran cantidad de opiniones extraídas de conversaciones más informales en los pasillos, cafetería, etc..., nos muestra que a poco que se incentivara en los alumnos una toma de conciencia y decisiones en el propio sistema educativo que los acoge, estos tendrían mucho que decir. El escepticismo y apatía preponderantes parecen responder más a la poca confianza depositada en los órganos de representación, sin voz ni voto efectivo a la hora de decidir nuestro propio futuro. Se educa la pasividad ovejuna (y vaya si funciona), pero se cae en un engaño con fecha de caducidad si se pretende que el alumnado no vea. Hasta entonces será responsabilidad nuestra el ser cómplices: tenemos las ideas...¿dónde está la acción?…Quizás, para acabar, Ortega nos anime con ésta declaración de principios:

“si la cultura y las profesiones quedaran aisladas en la universidad se anquilosarían muy pronto .Para evitarlo la universidad tiene que intervenir en la actualidad como tal universidad, tratando los grandes temas del dia desde su punto de vista propio (cultural, profesional, científico) . De este modo no será simplemente una institución sólo para estudiantes, sino que metida en medio de la vida, de sus urgencias, de sus pasiones, ha de imponerse como “poder espiritual” superior frente a la prensa, representando la serenidad frente al frenesí, la seria agudeza frente a la frivolidad y la franca estupidez”

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1 comentario

Rafael Casado Ortiz -

Dani, felicidades, tío!!. Eres un fenómeo!!!. La verdad es que aunque te incorparas tarde a la "peña" pero lo haces muy bien.

Me ha gustado mucho tu trabajo. Concretamente este párrafo es geneial: "La inexistencia de praxis (conciencia + acción) es lo que nos convierte en seres fragmentados, el profesional escindido del sujeto de cambio. Habría que empezar a animarnos a cambiar las formas que ciñen y reprimen los contenidos, habría que cambiar los contenidos que nos imponen una forma y, al menos, tratar de revolucionar esta realidad que se nos presenta como indomable, que es así, hasta casi natural. Y nadie lo hará por nosotros".

También tus citas orteguianas. Precisamente, recurriendo de nuevo a Ortega que decía "Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa"; tú, sin embargo, sí que sabes muy bien lo que nos pasa. Así que, para terminar, ¿al decano?, no, tío, al rector!!! o mejor a la ministra!!!.

Salu2 revolucionarios // rafa casado